El Estado turco trabaja para permitir que HTS (Hayat Tahrir al Sham) establezca un sistema reaccionario aún más represivo y excluyente que el baasismo, poniendo en peligro el futuro de Siria y su democracia. Al mismo tiempo, Ankara busca eliminar las administraciones autónomas, que han construido sistemas democráticos, mediante conspiraciones y masacres.
La retirada del gobierno de Damasco de las próximas conversaciones en París evidencia esta realidad. Está claro que Turquía exigió la retirada y Damasco acató. Estados Unidos y Francia son plenamente conscientes de esta dinámica. Turquía no quiere que ninguna fuerza que incluya a kurdos esté presente en las discusiones internacionales. En cambio, Ankara ha apostado todo a HTS, posicionándose en total oposición a los kurdos y negándose a cambiar esta postura. Por su parte, HTS no encarna una mentalidad democrática. Rechaza el pluralismo y se aferra a un modelo autoritario y centralizado de gobierno, incapaz de resistir los planes de Turquía o de afirmar independencia frente a la influencia de Ankara.
Lo que se desarrolla en Siria requiere atención cercana. En la superficie, la Administración Autónoma (AADNES) y las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) negocian con Damasco. En realidad, sin embargo, es Turquía la que dicta las condiciones e impone términos, mientras que Damasco funciona como poco más que una autoridad subordinada a Ankara.
Damasco ha incluido ahora las elecciones parlamentarias en su agenda, anunciando que no se votará en Sweida ni en el norte y este de Siria debido a “preocupaciones de seguridad”. Pero, en realidad, las regiones más seguras están precisamente en el noreste. Esta narrativa es una distorsión calculada, diseñada para allanar el camino a nuevos ataques.
Así como Damasco utilizó la “seguridad” como pretexto para enviar fuerzas a Sweida y cometer masacres, ahora presenta las regiones autónomas (del noreste) como inseguras. El motivo real es excluir a las comunidades que se niegan a someterse (las que se han organizado y concienciado políticamente) del gobierno.
HTS, a pesar de mantener ciertos vínculos con la Administración Autónoma, la ha excluido completamente de las discusiones sobre las elecciones. De hecho, HTS ha transformado el proceso en un mero sistema de designaciones: de los 210 escaños parlamentarios, 70 serán designados directamente por Ahmed al Sharaa. Esto no es una elección sino una selección impuesta, una práctica que las regiones autónomas se niegan a aceptar.
Mientras tanto, la sociedad siria permanece desorganizada y profundamente empobrecida. El hambre, la pobreza y el desempleo han aplastado a la gente. A esto se suman las masacres de alauitas y drusos y el clima de miedo que han generado, erosionando la capacidad de la sociedad para expresar demandas o ejercer voluntad política.
El aparato mediático antes controlado por el régimen baasista está ahora firmemente bajo la autoridad de HTS. Las voces y perspectivas alternativas no pueden expresarse ni publicarse. En cambio, HTS realiza una incitación sistemática contra las regiones autónomas, así como contra alauitas y drusos, etiquetándolos como “traidores”, “separatistas” o “agentes de Estados Unidos e Israel”. Esta campaña, basada en la religión y el nacionalismo árabe, enfrenta a las comunidades entre sí y alimenta deliberadamente tensiones sociales.
Las elecciones se utilizan como pantalla para cambiar la narrativa y fabricar legitimidad. En realidad, no hay partidos políticos ni ley electoral, ni tampoco fuerzas organizadas compitiendo libremente. Una comisión designada por HTS simplemente declara ciertos nombres como “electos”. No es democracia sino una designación disfrazada de elección.
Sin embargo, tras el colapso de un sistema represivo como el baasismo, se crearon condiciones para que la democracia echara raíces. Bajo circunstancias normales, la gente debería haberse energizado, llenando las plazas para exigir libertad, mientras las fuerzas democráticas entraban en el escenario político en un ambiente abierto y libre. En cambio, ha sucedido lo contrario.
La ONU y las potencias occidentales no deberían haber aceptado esto. La Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU establece claramente que las elecciones deben realizarse según normas específicas y con la participación de todas las partes relevantes. Sin embargo, la resolución se ignora como si nunca hubiera existido.
Al permanecer en silencio, las potencias occidentales y la ONU permiten que Turquía manipule a HTS a su antojo. El gobierno turco respalda incondicionalmente a HTS, empujándolo a imponer un sistema centralizado y autoritario. Ankara no solo mantiene los territorios que ocupa, sino que también interviene directamente en los asuntos internos de Siria, hipotecando efectivamente el futuro del país.
Turquía busca borrar la opción democrática en Siria, permitiendo que HTS imponga un sistema todavía más duro que el baasismo y actuando para desmantelar las administraciones autónomas mediante conspiraciones y violencia. Lejos de resolver la sangrienta guerra civil siria, Ankara alimenta activamente las condiciones para otra, buscando enfrentar a árabes y kurdos, y sembrar las semillas de nuevas hostilidades.
Esta asociación entre Ankara y HTS no puede verse como una simple relación bilateral. Cuando las conversaciones de París surgieron en la agenda, el ministro de Exteriores turco, Hakan Fidan, se apresuró con Damasco, convocó a los ministros sirios a Ankara, dictó los términos y aseguró los acuerdos que deseaba.
Siria está siendo dirigida bajo tutela turca. Es esencial que los pueblos de Siria —y todas las fuerzas comprometidas con la democracia y la libertad— reconozcan esta realidad.
FUENTE: ANF / Edición: Kurdistán América Latina