El sábado pasado, el ministro de Asuntos Exteriores, Hakan Fidan, y el domingo, el vicepresidente del MHP (Partido del Movimiento Nacionalista), Semih Yalçın, hicieron declaraciones consecutivas y muy significativas. Está claro que Fidan hablaba en nombre de la República de Turquía. En cuanto a Yalçın, sabemos que hablaba en nombre de Devlet Bahçeli, el líder del MHP. Ambas declaraciones llevan a la misma conclusión.
Estas declaraciones han aclarado definitivamente los acontecimientos políticos que se han desarrollado desde el 1 de octubre.
En la conferencia de prensa, Fidan reiteró sus advertencias sobre el “riesgo de una guerra nuclear” y señaló además que “el ataque de Israel al Líbano” había elevado la Tercera Guerra Mundial a una “nueva dimensión”, lo que a su vez creó el “riesgo de una guerra con Irán”. Estas observaciones coinciden con los análisis que también venimos expresando desde hace bastante tiempo. Sin embargo, el elemento más crucial de las declaraciones de Fidan fue lo que dijo sobre las elecciones estadounidenses.
Aunque inicialmente pareció sugerir que las acciones de Donald Trump eran “inciertas”, en realidad admitió el “peligro” que enfrenta el Estado turco, aunque en un lenguaje diplomático que aún no domina por completo. Al afirmar que “tendremos que ver cuánto nos favorece la postura de Trump” con respecto a la guerra entre Rusia y Ucrania y la guerra en Gaza, reconoció la probabilidad de que los acontecimientos puedan funcionar “en contra” de Turquía. Fidan interpretó la abrumadora postura proisraelí dentro del gabinete de Trump como una indicación de que “apoyaría todas las ambiciones expansionistas de Netanyahu”.
Teniendo en cuenta la historia de “oposición militante a Israel” de Recep Tayyip Erdogan Erdogan, la evaluación de Fidan puede verse como una señal de “alarma”.
¿Cuál es el peligro que enfrenta el Estado turco?
Sin utilizar fórmulas diplomáticas, Fidan parece haber reconocido la gran probabilidad de una guerra entre Israel e Irán, y haber comprendido que Turquía no podrá permanecer al margen. Al mismo tiempo, dado su profundo conocimiento de todas las regiones de Kurdistán, Fidan también debe prever que si Turquía se ve arrastrada a un conflicto de esa naturaleza es posible que no pueda proteger sus fronteras.
Aunque Fidan no se refirió a los comentarios de Bahçeli sobre Abdullah Öcalan, Semih Yalçın, en su discurso del domingo, se hizo eco de todas las observaciones de Fidan y de los peligros que destacó con su estilo típicamente directo. Además, Yalçın defendió firmemente las declaraciones anteriores de Bahçeli sobre Öcalan. De hecho, Yalçın, aunque de manera poco elegante, articuló la necesidad de llegar a un entendimiento con Öcalan como respuesta al peligro que enfrenta Turquía durante esta etapa de la guerra global. Al respecto, afirmó: “No es un asunto que dé risa. El hecho de que nuestro estimado presidente pudiera presentarse un día en una reunión de grupo y proponer algo que nadie más se atrevería a plantear al público turco tiene su origen en cuestiones muy serias. Me dirijo en particular a quienes ignoran o desestiman esta realidad: todos deben actuar con cautela. Si la Alianza Popular lleva a cabo esta iniciativa en la trayectoria actual, la lucha contra el terrorismo terminará por completo después de 40 años (refiriéndose al conflicto que dura 40 años), la economía mejorará, se crearán puestos de trabajo para los desempleados. Significará un aumento de los salarios tanto para los jubilados como para los trabajadores. Y podríamos enumerar muchos más ejemplos”.
Un “ejemplo” que deliberadamente evitó mencionar es la noción de que el Estado turco sólo podría proteger sus fronteras adoptando ese enfoque.
En resumen, las declaraciones de Fidan y de Yalçın indican que el gobierno turco ha llegado al final del camino.
En este momento, el gobierno tiene dos caminos a su disposición en este terreno accidentado. Uno es el que indican Estados Unidos e Israel: el camino de la guerra y la destrucción. El otro es el que señala Öcalan: el camino de la resolución interna y la paz externa.
No es necesario explicar en detalle lo que implica la primera vía. Basta con examinar la guerra entre Irán e Irak para comprender la magnitud de la devastación. Esta vez, ni Turquía ni Irán escaparán de su debilitamiento. Los imperialistas que crearon Estados-nación en Medio Oriente, cada uno de los cuales contiene una parte de Kurdistán, reclamarán ahora esas partes con el pretexto de que “no pueden controlar estas regiones y, por lo tanto, no podemos dominar la región”. Se apoderarán de los recursos como el petróleo, el gas y el agua de la región, obtendrán la supremacía sobre las potencias globales rivales y redibujarán el mapa de la región.
La segunda vía ofrece una alternativa: sustituir la “república totalitaria uninacional” por una “república democrática” y buscar la paz con los pueblos y organizaciones de Rojava, Bashur y Rojhilat. Esta vía protegería a Turquía de la devastación de la guerra estableciendo un “corredor de seguridad” que se extendería desde el Mediterráneo hasta Georgia. A quienes se quejan de un “corredor del terror”, permítanme recordarles que transformarlo en un “corredor de seguridad” está totalmente en sus manos. Estamos hablando de una población de cincuenta millones de personas repartidas en cuatro Estados y de sus formidables fuerzas de autodefensa.
En esencia, el Estado ha percibido el peligro. La necesidad de “reconciliación” con el Movimiento de Liberación Kurdo se hace cada vez más evidente. Sin embargo, la histeria nacionalista que el propio Estado ha alimentado durante los últimos 40 años ahora los encadena. Los ha tomado prisioneros. Se encuentran paralizados en la encrucijada de “guerra y paz”. Por un lado, se preparan para la guerra con nombramientos de síndicos y terror de Estado, aparentemente resignados a su destino. Por otro, intentan desesperadamente familiarizar al público con la idea de la “reconciliación” como un medio para escapar de la destrucción.
Este es un período de transición y no durará mucho.
FUENTE: Veysi Sarısözen / Medya News / Traducción y edición: Kurdistán América Latina