La frase “socialismo o barbarie”* ya no es solo una advertencia o una declaración de intenciones: se ha convertido en una brújula para la vida. Sin ella, estamos condenadas a la barbarie: obligadas a soportar el sistema capitalista en su forma más cruda, desenmascarada y grotesca.
Simplemente afirmar lo obvio no infunde esperanza en la sociedad. El revolucionario no debe actuar como un peticionario que airea sus quejas contra el sistema, sino como un constructor: alguien responsable de impulsar una organización de base sin Estado.
El 1 de mayo no es solo una fiesta obrera. Es un grito de guerra revolucionario: un momento para reavivar el espíritu socialista y actuar por todos los pueblos oprimidos. Es, como declara el himno del 1 de mayo, “la fiesta de los pueblos que avanzan por el glorioso camino de la revolución”: kurdos, palestinos, los pueblos de Abya Yala (Latinoamérica), África, Asia; todos aquellos que resisten la opresión colonial. Movimientos antisistema que luchan contra el imperialismo y la explotación neoliberal. Mujeres, la primera clase y nación colonizada, alzándose en rebelión. Jóvenes que declaran “triunfaremos” mientras les roban el futuro. Ecologistas que luchan contra la catástrofe climática. Anarquistas que resisten toda forma de dominación. Artistas, escritores y periodistas que lo arriesgan todo para decir la verdad frente al poder. Intelectuales que promueven el libre pensamiento. En resumen: el 80% del mundo que se niega a ceder ante el capitalismo, no se beneficia de él y tiene el potencial de resistirlo.
Sin embargo, los movimientos antisistema, incluido el movimiento por la libertad de las mujeres, no están preparados para organizar a este 80%. Una estrategia unilateral centrada en denunciar la injusticia, exigir responsabilidades y generar conciencia no puede generar resultados transformadores.
La lucha solo tiene sentido cuando se arraiga en una estructura social organizada, autosuficiente y autodefensiva. Para generar esperanza, los y las revolucionarias deben asumir el rol de constructores, no de quejas. Por eso, quienes nos mantenemos fuera del sistema debemos replantearnos la cuestión del socialismo y profundizarla. La sociedad socialista no se puede diseñar: debe surgir de las tradiciones democráticas de cada pueblo, tierra y cultura. Incluso suprimidas, estas tradiciones perduran y se transforman. La sociedad misma sobrevive gracias a estas células madre sociales. Un movimiento socialista del siglo XXI debe reconocerlas y arraigarse en ellas.
Uno de los mayores logros del neoliberalismo ha sido fusionar la sociedad con el Estado, aislando a los movimientos antisistema y presentándolos como antisociales. Especialmente en Occidente, esto ha resultado en una identidad revolucionaria cada vez más individualista. En lugar de construir movimientos de masas, los grupos se han replegado en pequeños grupos autónomos de individuos con ideas afines. Así, la sociedad ha quedado abandonada a fundamentalistas religiosos, fascistas y misóginos.
Esto debe analizarse en relación con el auge del fascismo en Europa. A medida que el fascismo se ha fortalecido, los y las revolucionarias se han desconectado aún más de la sociedad. La crítica a las formas jerárquicas y centradas en el poder de los partidos socialistas de los siglos XIX y XX era válida, pero la cuestión de qué formas e identidades revolucionarias se necesitan como respuesta sigue sin resolverse.
En el contexto de la Tercera Guerra Mundial, necesitamos más que nunca el espíritu del 1 de mayo: una visión socialista renovada y una lucha compartida. “La lucha es a la vez una oportunidad y una escuela”, como nos recuerdan las autoras de Feminismo para el 99%. “Quienes se unen a ella pueden transformarse, desafiando sus viejas ideas preconcebidas y redefiniendo su visión del mundo”. Como estudiantes de esa escuela de lucha, decimos: Bijî Yekê Gulanê —¡Viva el 1 de Mayo!— con la determinación de construir un socialismo digno del siglo XXI, libre de dogmas y basado en lo que funciona.
Notas:
*La frase “socialismo o barbarie” fue popularizada por primera vez por la revolucionaria marxista Rosa Luxemburg a principios del siglo XX, advirtiendo que la humanidad se enfrentaba a una disyuntiva entre el socialismo democrático y el colapso de la civilización en medio de guerras imperialistas impulsadas por el capitalismo.
FUENTE: Zozan Sîma (periodista e investigadora, que reside en el norte y este de Siria) / Yeni Özgür Politika / Medya News / Traducción y edición: Kurdistán América Latina