En dos contextos históricos diferentes, con más de cien años de diferencia, surgieron dos declaraciones políticas que reflejaban las aspiraciones de los sirios hacia la independencia y la construcción de un Estado nacional en Siria: la primera es la “Declaración del Congreso Nacional General Sirio” (1920) y la segunda es la “Declaración de la Conferencia de Unidad Kurda” (2025).
Esta lectura comparativa reconoce las diferentes circunstancias históricas, sociales, políticas y de representación que dieron lugar a ambas declaraciones, así como las distintas perspectivas y enfoques epistemológicos involucrados. Sin embargo, considera ambas como esfuerzos de los pueblos de Siria que enfrentan importantes desafíos existenciales.
La nación y el Estado
Ambas declaraciones hablan en nombre de Siria y los sirios. La declaración de 1920 se centró en los árabes en el marco de la “Nación Árabe Siria”, enfatizando la identidad árabe como fundamento del Estado emergente, concebido como una monarquía constitucional con una descentralización administrativa limitada.
En contraste, la declaración kurda de 2025 reconoce a Siria como un Estado multiétnico (árabe, kurdo, sirio, asirio, etc.), multirreligioso y multiconfesional. Establece un sistema federal descentralizado que garantiza la unidad política de las regiones kurdas en el marco del Estado sirio. Esta visión trasciende el modelo tradicional de “mayoría y minoría” hacia uno que reconoce la diversidad como un valor constitucional.
La estructura constitucional
La declaración de 1920 preveía una monarquía parlamentaria con un gobierno responsable, que respondía ante una asamblea parlamentaria, pero no especificaba mecanismos detallados para la separación de poderes ni garantizaba el pluralismo político. La declaración kurda de 2025 adopta un sistema parlamentario con dos cámaras legislativas, enfatizando el pluralismo político, la transferencia pacífica del poder, la separación de poderes y la representación justa de los diversos componentes en las instituciones legislativas, judiciales y de seguridad. También compromete al Estado a adoptar principios supraconstitucionales para proteger los derechos humanos y garantizar la igualdad de ciudadanía.
Derechos culturales y descentralización
La declaración de 1920 se limitó a una afirmación abstracta de los “derechos de las minorías” y la “descentralización administrativa”, sin profundizar en los mecanismos de protección o representación. En contraste, la declaración kurda de 2025 ofrece detalles sin precedentes, como los consejos regionales en el marco de un sistema descentralizado, la “unificación de las regiones kurdas dentro de una unidad político-administrativa integrada dentro de una Siria federal”, la asignación de un porcentaje de los ingresos provenientes de recursos locales para el desarrollo de las regiones kurdas, la reforma de las divisiones administrativas injustas, el reconocimiento del kurdo como lengua oficial junto con el árabe, la restitución de la ciudadanía a quienes la perdieron desde el censo de 1962, la derogación de las políticas de arabización y el establecimiento de instituciones educativas y culturales kurdas.
Pluralismo efectivo
Al analizar los dos textos mencionados, surgen diferencias radicales en las visiones sociales y los mecanismos para abordar el pluralismo. El “Manifiesto Kurdo” muestra un desarrollo cualitativo en la comprensión de las complejidades de la diversidad siria, mientras que la declaración de 1920 refleja un modelo clásico de Estado-nación unitario, en términos de estructura social, identidad y diversidad o pluralismo social. En este sentido, la declaración de 1920 se basó en el concepto de “Nación Árabe Siria” como una entidad homogénea o semihomogénea, que margina la diversidad étnica y cultural interna. Esta visión refleja un “modelo asimilacionista” en sociología, según el cual se asume que las subidentidades se disuelven en la identidad árabe dominante. A pesar de la referencia a los “derechos de las minorías”, no se especifican mecanismos para proteger las culturas no árabes, lo que refuerza el riesgo de exclusión simbólica de kurdos, sirios, asirios, armenios y otros.
El “Manifiesto Kurdo” de 2025 adopta un modelo pluralista interactivo que reconoce las identidades múltiples como base del Estado. Define a Siria como un “Estado multinacional”, lo que refleja una comprensión sociológica del entrelazamiento identitario, donde las identidades coexisten sin contradicción. Este modelo reduce el conflicto identitario mediante el reconocimiento constitucional de las lenguas y culturas, algo vital en una sociedad étnicamente fragmentada como la siria.
En cuanto a la gestión de la diversidad, la declaración de 1920 la abordó mediante una “descentralización administrativa limitada” sin garantías para los derechos de las culturas no árabes. Este enfoque es similar al modelo de “tolerancia pasiva”, donde se conceden ciertas libertades a los grupos sin un empoderamiento real. En sociología, este enfoque se considera insuficiente para generar confianza entre grupos, especialmente a la luz de una larga historia de marginación. El “Manifiesto Kurdo” de 2025 adopta el “empoderamiento institucionalizado” en lugar de la exclusión, mediante mecanismos concretos, como el reconocimiento del idioma kurdo como lengua oficial, que promueve la integración sin perder la identidad cultural, la restitución de la ciudadanía a quienes la perdieron desde el censo de 1962 y la implementación de políticas que rectifiquen las injusticias históricas. Estas políticas ejemplifican el modelo de “discriminación positiva”, que reconoce las desigualdades históricas y trabaja para corregirlas, desempeñando un papel central en la gestión eficaz de la diversidad.
Quejas y raíces del conflicto
La declaración de 1920 ignoró las reivindicaciones históricas de los componentes no árabes y de los grupos religiosos no musulmanes o sunitas. Si bien quienes la redactaron provenían de diversos orígenes nacionales, religiosos y geográficos, en general se vieron influenciados por el componente mayoritario. Esto sentó las bases para una forma de “discriminación fundamental”, por así decirlo, que Siria sigue padeciendo hasta la fecha.
En cuanto a la declaración kurda, busca abordar las raíces del conflicto étnico y comunitario, centrándose en una sociedad multicultural y un Estado pluralista supraconstitucional, si se permite el término. La declaración kurda enfatiza demandas como la cancelación de los resultados de los cambios demográficos como paso hacia la restauración de derechos, la compensación a quienes han sido perjudicados por políticas discriminatorias —como las víctimas del “Cinturón Árabe”— y la adopción del Newroz como fiesta nacional como símbolo de reconocimiento de la cultura kurda. Estas medidas son necesarias para reparar las relaciones sociales dañadas mediante el reconocimiento de los agravios y la compensación.
Cohesión social e identidad nacional
La declaración de 1920 se centró en la unidad territorial sin fomentar puentes culturales entre los componentes, lo que podría conducir a la fragmentación social si las demandas étnicas y subétnicas se intensifican. Además, confina la identidad social al Estado y la autoridad, con el riesgo de desintegración ante el primer conflicto socioétnico. El “Manifiesto Kurdo” de 2025 propone un modelo de “ciudadanía multinivel”, mediante el cual una persona puede identificarse simultáneamente con una identidad local (kurda/árabe) y nacional (siria). Este enfoque se alinea con las teorías de “integración sin asimilación”, que buscan preservar la diversidad manteniendo la unidad nacional. El manifiesto apoya este modelo de cohesión social mediante el llamado a:
-Un “sistema federal de gobierno” que equilibre la autoridad central y la autonomía regional.
-“Consejos regionales” que reflejen las especificidades culturales locales.
-Una “identidad nacional inclusiva” basada en el pluralismo.
Factores externos
Sin embargo, el papel de los actores externos es importante tanto en la declaración de 1920 como en el manifiesto de 2025. La declaración se basó en las promesas de los Aliados de establecer un gran Estado, pero en realidad lo que se creó fue un Estado mucho más pequeño. De hecho, las potencias externas acordaron un mandato francés sobre el nuevo Estado (según el mandato Sykes-Picot o los mandatos coloniales). Posteriormente, partes de este territorio fueron asignadas a Turquía y Líbano. La influencia externa también está presente en el manifiesto kurdo, que considera el apoyo externo como una fuerza clave en el proceso de construcción de un Estado viable.
El manifiesto kurdo exige una “asamblea constituyente bajo auspicios internacionales” para otorgar legitimidad internacional al proceso político y reducir el riesgo de interferencia externa, especialmente de Turquía, que afirma no permitir un Estado descentralizado o federal. Este enfoque, reflejado en la declaración kurda, revela una comprensión coincidente de la situación en Siria: el reconocimiento de la necesidad de independencia frente a la influencia externa, junto con la dependencia del apoyo externo. Es evidente que los actores externos no constituyen una entidad única y unificada.
Gestión de la diversidad
El “Manifiesto Kurdo” demuestra una notable evolución en el abordaje de la diversidad étnica en Siria, en comparación con la declaración de 1920. Busca pasar de una visión mononacionalista que margina el pluralismo a un marco que institucionaliza la gestión de la diversidad mediante mecanismos de empoderamiento cultural, económico y jurídico. Sin embargo, el éxito de este modelo depende en gran medida de su implementación en un contexto social y político complejo, donde las demandas de diversos grupos deben equilibrarse cuidadosamente, sin provocar nuevos conflictos ni justificar acusaciones, represión o incluso amenazas de exterminio contra grupos con reivindicaciones legítimas.
En este sentido, el diálogo social y la flexibilidad política son cruciales, junto con el apoyo internacional, para evitar que Siria caiga en el autoritarismo o el caos. Hoy en día, Siria exhibe ambas cosas: autoritarismo y caos.
Un documento fundacional
La declaración de 1920 fue un paso pionero hacia la independencia política, pero se mantuvo ligada a una visión singular de la identidad árabe. Si bien era progresista para los estándares de su época, se centraba en el arabismo y el islam, que definirían la política siria durante las décadas siguientes. En contraste, el “Manifiesto Kurdo” sirve como documento fundacional para la Siria del siglo XXI, redefiniendo la sociedad y el Estado con base en el pluralismo nacional y cultural. Integra las demandas nacionales kurdas con los derechos de otros componentes, respaldadas por garantías constitucionales y prácticas para asegurar la justicia y la descentralización. Esta transición del modelo de Estado nación a un Estado multinacional otorga al manifiesto kurdo una profundidad y una exhaustividad necesarias y sin precedentes para abordar las complejidades de la realidad siria contemporánea.
En definitiva, el documento kurdo presenta una visión de una “Siria posmoderna”, donde la diversidad no se considera una carga, sino una fuente de fortaleza. El Estado se concibe no como una entidad monolítica, sino como un mosaico de identidades coexistentes. Pasar del modelo de Estado nación caracterizado por el autoritarismo y la dominación étnica o sectaria, a una “nación democrática” podría ser la única vía para garantizar la seguridad y la estabilidad de Siria en el siglo XXI.
FUENTE: The Kurdish Center for Studies / Traducción y edición: Kurdistán América Latina