El nombre “novia de la lluvia” resuena una vez más en las canciones infantiles del Kurdistán oriental (Rojhilat) durante las épocas de sequía y escasez. Aunque cayó en desuso en los últimos años, ahora resurgió en varias ciudades, reafirmando el profundo vínculo del pueblo kurdo con la naturaleza y la fertilidad.
El ritual de la “novia de la lluvia” es una de las tradiciones kurdas más antiguas relacionadas con la lluvia. Se realiza durante los días fríos y secos, y tiene sus raíces en antiguas creencias kurdas vinculadas a la naturaleza. En esta ceremonia folklórica, niñas y niños decoran una muñeca y la pasean por las calles.
Algunos investigadores consideran esta tradición como una glorificación simbólica de la diosa del agua, donde la mujer representa la mediadora de la fertilidad y la vida, reflejando así su lugar central en el ciclo natural. Esta práctica se remonta a la antigua mitología kurda, mucho antes del surgimiento de las religiones monoteístas.
Se dice que la muñeca de la “novia de la lluvia” está hecha de madera y vestida con atuendo tradicional kurdo por una de las madres o abuelas de la comunidad. En algunas zonas, el atuendo se adorna con flores o hierbas locales, y su cabeza se cubre con un velo de tul. Grupos de niños —a veces solo niñas— llevan a la “novia de la lluvia” de casa en casa, entonando cánticos folklóricos que invocan la lluvia mientras llaman a las puertas.
Antiguamente, cuando pasaba la procesión de la “novia de la lluvia”, la mujer mayor de cada casa rociaba agua, harina o arcilla blanca a su paso como símbolo de fertilidad y bendición. En las casas donde se exhibía la muñeca, las mujeres la rociaban con agua o le prendían un broche en el pecho, ofreciendo a los niños presentes regalos simbólicos como huevos, dulces, pasas, nueces, pan o monedas.
Estas ofrendas variaban según la región, y cada una tenía un significado único de prosperidad. Según el folklore local, los alimentos que se le ofrecen a la “novia de la lluvia” se consideran benditos y se distribuyen equitativamente entre los participantes.
Tras completar su recorrido por las calles llevando la muñeca, los niños concluyen el ritual dejándola a un lugar sagrado. Allí, una niña conocida como “Parê Lajer” o “Kwirê Kaş” (la mayor) la coloca sobre una base simbólica. En algunas regiones, la muñeca se lleva a un manantial y se deja allí como súplica para que llueva. La ceremonia finaliza con una oración y una súplica colectiva.
Esta antigua tradición kurda, nominada en 2014 para su inclusión en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, había decaído en las últimas décadas, sobre todo entre los niños de la región de Mukriyan. Sin embargo, gracias a la labor de activistas culturales, este año ha resurgido en pueblos y ciudades como Mahabad, Bukan, Naqadeh y Sardasht. La Asociación Literaria Nishtiman, de Bukan, desempeñó un papel fundamental en la organización de estos eventos.
El ritual de la “novia de la lluvia” se practica ampliamente en el Kurdistán oriental —en Hawraman, Kermashan, Sanandaj, Ilam, Qorveh y Urmia—, así como en el Kurdistán septentrional (Rojava) y en la región kurda de Irak (Bashur). Si bien los detalles varían de un lugar a otro, el simbolismo y el propósito del ritual permanecen unificados entre el pueblo kurdo: una expresión viva de su armonía perdurable con la naturaleza, la fertilidad y la esperanza.
FUENTE: Shabnam Rahimzadeh / JINHA / Traducción y edición: Kurdistán América Latina