Urmia es uno de los centros agrícolas y hortícolas más importantes de Irán y Rojhilat (Kurdistán iraní). Su economía depende en gran medida de la agricultura. Con más de 50.000 hectáreas de huertos de manzanas, ocupa el primer lugar en producción de esa fruta en la región. Por ello, miles de personas, incluyendo mujeres y niños, trabajan principalmente de forma temporal en los huertos. Participan en la cosecha, la clasificación, el envasado y el etiquetado. Dado que las fábricas y las oportunidades de empleo formal son limitadas en la región, estos trabajos difíciles y exigentes son una fuente de esperanza para muchas personas. Sin embargo, muchas mujeres aún no pueden aprovechar estas oportunidades.
La mayoría de las mujeres, incluso después de regresar a casa —ya sea porque sus familias están ocupadas en los huertos o porque sus hombres conviven con otras personas—, se ven obligadas a preparar el almuerzo del día siguiente y a encargarse de las tareas domésticas.
La cosecha de manzanas en Urmia suele tener lugar a finales del verano y principios de la primavera, época en la que aumenta el salario diario de los trabajadores. Este otoño, cada trabajador gana 800.000 tomanes al día; sin embargo, ninguna de ellas cuenta con seguro médico. Aunque las mujeres trabajan, cuando se les pregunta adónde van sus ingresos, a menudo se revela que no reciben una parte de su propio salario.
“No tengo ahorros”
Al observar a la multitud trabajando en los huertos, es evidente que la mayoría de las trabajadoras son mujeres. Una de las temporeras, Mahnaz K., de 30 años, lleva varios años realizando trabajos temporales porque no tiene otra opción. Al describir cómo comienza su día, Mahnaz dice: “Todas las mañanas nos levantamos a las 3:30. A las 4 vamos a los huertos en minibús. Nuestro trabajo empieza a las 6 y continúa hasta las 16. Yo cubro los gastos de la familia. No tengo ahorros porque mi padre se lleva todo mi dinero. Ahora mismo no tengo ni un solo rial. Mi padre me quita todo lo que tengo. Nuestra vida es dura y apenas llegamos a fin de mes”.
Otra temporera, Fatmeh M., quien empezó a trabajar por primera vez este año, destaca las dificultades del trabajo: “Empezamos a trabajar a las 6. Primero trepamos a los árboles para recoger las manzanas, luego recogemos las que se han caído y separamos las buenas de las malas. Hacemos este trabajo durante aproximadamente un mes, y la cosecha de manzanas debe estar terminada”.
Una de las mujeres, Kjal A., cuenta: “Con el dinero que ahorré trabajando durante varios años, le compré un coche a mi hijo. Este año quiero comprarle oro a mi hija para que pueda cubrir un poco sus gastos”.
Masoumeh J., que trabaja con su marido, afirma: “Le doy todo mi dinero a mi marido para cubrir los gastos de otoño e invierno”.
Mina A. tampoco es dueña de su salario. “El hombre con el que vivo se lleva todo lo que gano, y ni siquiera sé cuánto es -señala-. Si fuera por mí, lo ayudaría y ahorraría dinero; pero ahora tengo que mendigar hasta por un trozo de tela”.
Según las mujeres, con el desarrollo del capitalismo, el sentido de propiedad también ha comenzado a cuestionarse. En la estructura social patriarcal, el trabajo de las mujeres —obligadas a trabajar en casa y en el campo sin salario— aún no es reconocido por los hombres de la familia; estos se consideran los legítimos dueños del salario. Sin embargo, la mayoría de las mujeres que trabajan en los huertos de manzanos de Urmia están expresando su demanda de igualdad.
FUENTE: Nîan Rad / JINHA / Traducción y edición: Kurdistán América Latina