Iran's supreme leader Ayatollah Ali Khamenei prepares to cast his ballot during the runoff of the presidential elections in Tehran on July 5, 2024. (Photo by ATTA KENARE / AFP) (Photo by ATTA KENARE/AFP via Getty Images)

Irán: la debilidad de un régimen

Hasta dentro de los Pasdaranes (Guardianes de la Revolución), la unidad de élite de la República Islámica, se reconoce la colaboración de militares iraníes sin los que habría sido muy difícil sabotear con cargas explosivas silos de misiles y lanzaderas defensivas, como ocurrió en varios lugares durante la primera jornada de ataques israelíes. Lo mismo se podría decir de los edificios donde se encontraban los altos mandos y científicos nucleares en el momento de ser asesinados. Todo indica, por lo tanto, que la descomposición y las fisuras en el régimen han llegado a las más altas esferas del poder.

No es la primera vez que ocurre. Durante las movilizaciones por la muerte de Mahsa Amini, unidades del ejército regular, estructurado al margen de la Guardia Revolucionaria, protegieron a manifestantes perseguidos por los Pasdaranes. Por eso, desde los grupos opositores se han reiterado los llamamientos a los militares para que abandonen sus jerarquías y hay quien va más lejos extendiendo el rumor de un posible golpe de Estado. Esa imagen de debilidad también se ha evidenciado durante la guerra de Gaza, fracasando en sus convocatorias para condenar la campaña genocida de Netanyahu.

Por sorprendente que parezca, en algunas zonas de Irán se han producido manifestaciones celebrando la muerte de la cúpula militar y los Guardianes de la Revolución se han visto obligados a publicar bandos prohibiendo cualquier expresión de alegría o que justifique la agresión israelí. De hecho, ya se han producido detenciones por ese motivo, entre ellas la de Motahareh Gunei, activista recién excarcelada que, en un mensaje, había puesto en duda la capacidad de las autoridades para defender a la población ya que “ni siquiera pueden proteger a sus propios comandantes”.

La explicación de semejante situación, “incomprensible” desde nuestra óptica occidental, hay que buscarla en la propia naturaleza de esta sangrienta dictadura teocrática, solo mantenida por una brutal represión, el asesinato de miles de opositores y una tortura que, a diferencia del resto del planeta, no acaba cuando entras a la cárcel sino que continúa dentro de las prisiones. Algunos de los altos mandos asesinados, todos ellos muy próximos a Jamenei, máxima autoridad del país, son responsables directos de la extrema dureza con que se reprimen las protestas populares. Los nombres de Mohamad Bagheri y Golam Ali Rashid, por ejemplo, están en boca de quienes han sufrido sus órdenes para pacificar la región de Kurdistán.

Situaciones parecidas ocurren en Baluchistán, al sureste, o el Juzestán, en la franja sur de la frontera iraquí, donde, pese a haber transcurrido cuatro décadas, siguen sufriendo las consecuencias de la guerra contra Sadam Huseín en los años ochenta, con zonas que fueron devastadas y mutilados que siguen protestando por la precariedad en sus condiciones de vida, mientras el régimen invierte sumas multimillonarias para expandir su presencia en Oriente Medio, ampliar su escalada armamentística con misiles balísticos y un programa nuclear “de uso civil” que no tiene el menor reflejo en el suministro eléctrico.

Las autoridades intentan disimular su impopularidad suspendiendo las comunicaciones por internet y ocultando el impresionante ascenso de las condenas a muerte que han colocado a Irán a la cabeza en el ranking mundial de la pena capital. El año pasado se superaron todas las previsiones con cerca de un millar de ejecuciones. Solo en el último mes han sido enviadas a la horca un centenar de personas, dieciséis en un solo día -2 de junio- y ocho de ellas en una sola prisión, la de Ghezelhesar, próxima a Teherán. Cincuenta presos políticos esperan que se cumpla su sentencia, entre ellos varios acusados de espionaje para Israel, cuya ejecución los grupos de derechos humanos consideran inminente en respuesta a la agresión israelí.

Otra significativa muestra de debilidad es la impotencia de la “policía moral” ante el creciente desafío de muchas mujeres que, pese a estar en vigor la obligatoriedad del velo islámico, se atreven cada vez en mayor número a caminar por las calles sin cubrirse la cabeza. Aunque el Parlamento paralizó en mayo una ley endureciendo los castigos, se han puesto en marcha otras medidas de control que igualmente son burladas por las mujeres.

Puede que en las zonas residenciales más afectadas por los bombardeos, una parte de la población respalde al régimen frente a los ataques israelíes, pero, en líneas generales, los iraníes le responsabilizan de la actual escalada bélica, planteando como única solución derribar la república fundada por Jomeini en 1979. El verdadero problema estriba en que, al no existir una alternativa unitaria de la oposición, un nuevo escenario político podría desembocar en la división territorial, como ha ocurrido en Irak y Siria.

FUENTE: Manuel Martorell / Diario de Navarra

jueves, junio 19th, 2025