La agencia de noticias ANF (Firat News) publicó una serie de artículos donde analizan conceptos como “integración democrática”, “socialismo”, “comuna”, “sociedad democráticas”, abordados recientemente por el líder kurdo Abdullah Öcalan, encarcelado en la isla-prisión de Imrali (Turquía) desde 1999.
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Desde su fundación, el Movimiento de Liberación Kurdo ha defendido el ideal de la convivencia armoniosa. Sin embargo, esta concepción de la coexistencia nunca pretendió significar uniformidad ni opresión impuesta por el sistema capitalista, sino más bien una convivencia social en la que cada individuo, cada grupo social y cada identidad puedan ser visibles en su propia esencia y desarrollarse libremente.
La perspectiva que surgió de esto fue tanto la respuesta como el resultado de la pregunta fundamental “¿Cómo vivir una revolución?”. Para Abdullah Öcalan, la revolución no significaba principalmente la toma violenta del poder, sino la liberación de la sociedad de formas de pensar distorsionadas, destructivas y hegemónicas. La revolución se entendía, por lo tanto, como el proceso de organizar una nueva forma de vida.
A pesar de su constante énfasis en la coexistencia libre e igualitaria, el movimiento se enfrentó a la violencia en casi todas las etapas de su existencia, manifestándose en forma de asimilación forzada y campañas de exterminio estructuralmente arraigadas. En consecuencia, se vio obligado repetidamente a recurrir a la autodefensa. No obstante, el Movimiento de Liberación Kurdo siempre recalcó que el uso de la violencia nunca fue un fin en sí mismo, sino un medio necesario en la lucha por una vida justa y digna.
La integración como elemento central de la reestructuración social
El Subcomandante Marcos, ex portavoz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), resumió acertadamente esta situación: “Hicieron la guerra para no tener que ser soldados”.
Para comprender adecuadamente los acontecimientos históricos es necesario examinar detenidamente las prácticas del Movimiento de Liberación Kurdo y la obra de Öcalan. En este punto, cobra relevancia el concepto de integración democrática de Öcalan. En su Manifiesto por la Paz y la Sociedad Democrática, el líder kurdo describe la integración no como una medida transitoria ni una maniobra táctica, sino como un elemento central de la reestructuración social a largo plazo. Las medidas transitorias son solo una parte de esta reestructuración.
La integración democrática es uno de los pilares de la reorganización del Movimiento de Liberación Kurdo en su fase actual. Tanto en la concepción de Öcalan sobre las “comunas” como en el modelo de “democracia negociada”, el éxito solo se alcanza si se aplican consistentemente los principios de integración. Para comprender esto, conviene analizar la evolución ideológica de Öcalan, incluso si el concepto de integración no se mencionaba explícitamente en sus inicios.
En sus análisis de la década de 1980, que posteriormente se publicaron en la obra en dos partes “¿Cómo vivir?”, a principios de la década de 1990, Öcalan escribió: “Encontrar nuevas formas de expresar nuevos órdenes y nuevas relaciones, desarrollar nuevas formas de expresión, estilos y maneras de dirigirse a los demás, derribar lo viejo cada día y reemplazarlo con lo nuevo: eso es una vida romántica”.
La ruptura constante con lo viejo y la búsqueda de un nuevo orden constituyen un principio central en el desarrollo ideológico de Öcalan y del Movimiento de Liberación Kurdo. La práctica de la crítica y la autocrítica —uno de los principios metodológicos más importantes del movimiento kurdo— está inseparablemente ligada a la exigencia de desarrollar soluciones constructivas para las situaciones criticadas. Öcalan advirtió desde el principio: “Si no se desarrollan soluciones para el problema criticado, la crítica beneficia al enemigo”.
La pregunta “¿Cómo vivir?” puede entenderse como la pregunta fundacional del Movimiento de Liberación Kurdo. La temprana constatación, en la década de 1970, de que “Kurdistán es una colonia” fue también el punto de partida para la búsqueda de una nueva forma de vida alternativa.
Esta búsqueda, que más tarde se resumiría en el lema “O la muerte o el éxito” (Yan mirin, yan serkeftin), aunó una profunda tradición de resistencia con la aspiración de desarrollar alternativas sociales concretas. Öcalan y el movimiento de liberación rechazaron con firmeza la adopción de modelos preestablecidos de otros países o el pensamiento en términos estrechos y dogmáticos. En cambio, se propusieron la tarea de desarrollar un nuevo orden social libre en el antiguo suelo de Kurdistán y Mesopotamia.
Esta búsqueda sentó las bases de una vida comunitaria que incluye a todos los pueblos y grupos sociales por igual. Sin embargo, la pregunta “¿Cómo vivir?” permaneció sin respuesta durante décadas, hasta que finalmente encontró una expresión sistemática en el manifiesto de Öcalan por la paz y la sociedad democrática. Una pregunta planteada en la década de 1970 recibió su respuesta concreta tras una lucha de 50 años, marcada por la resistencia y una firme convicción en el cambio.
En 2025, Abdullah Öcalan finalmente presentó una respuesta integral a la pregunta “¿Cómo vivir?”, y así abrió la puerta a una nueva fase de lucha social.
La revolución como respuesta a la pregunta “¿Cómo vivir?”
Cuando Abdullah Öcalan declara que la revolución es la respuesta a la pregunta “¿Cómo vivir?”, enfatiza que la acción revolucionaria no se limita a las dimensiones militar, económica o política. Más bien, una tarea central reside en la organización ética e integral de la vida cotidiana. Esto significa que no solo los cuadros revolucionarios, sino toda la sociedad debe participar en la transformación de la realidad de la vida sobre la base de principios comunes. La aspiración a una nueva forma de vida se materializa, en particular, en la práctica cotidiana y en la capacidad de llegar a todos los estratos sociales.
El Movimiento de Liberación Kurdo se caracteriza por no solo formular reflexiones teóricas sobre la vida cotidiana, sino también por trabajar con gran perseverancia para llevarlas a la práctica. Öcalan otorga una importancia fundamental a la pregunta “¿Cómo vivir?” y subraya que el cambio social en Kurdistán solo puede lograrse mediante un esfuerzo revolucionario. En este contexto, explica: “En Kurdistán, la fuerza humana también nace del esfuerzo revolucionario. La acción revolucionaria genera fuerza, y esta fuerza, a su vez, conduce al desarrollo de la voluntad. Y solo esa voluntad puede reunir el valor necesario para emprender una nueva relación. Creía que el amor también debía comenzar así: no mediante el poder que confieren las instituciones del orden establecido, sino mediante el poder con el que se impulsa la revolución. Pero, como dije, este poder a menudo no basta, porque el orden mismo es el mayor obstáculo”.
Con estas palabras, Öcalan no solo identifica el problema, sino también su solución: un cambio fundamental en el sistema requiere una profunda reorganización de la vida cotidiana. La transformación social comienza cuando las prácticas cotidianas se sustituyen por alternativas basadas en la ética.
La búsqueda de una respuesta a la pregunta “¿Cómo vivir?”, que comenzó en la década de 1990, encontró finalmente su expresión teórica y programática en el manifiesto de Öcalan por la paz y la sociedad democrática. En él, formula un modo de vida que sólo puede perdurar si es revolucionario, éticamente fundamentado y comprometido con la construcción de un nuevo orden social.
Las experiencias acumuladas a lo largo de décadas pueden interpretarse como una historia de esta búsqueda. En retrospectiva, confirman la validez de la tesis de Öcalan: “La revolución es la respuesta a la pregunta ¿Cómo vivir?”.
En el contexto de la realidad social actual, la respuesta más apropiada a esta pregunta parece ser la visión de una nueva comunidad creada mediante la integración democrática. Este nuevo modelo social no se concibe como una alternativa utópica, sino como una posibilidad real que puede construirse en la práctica. Öcalan ya expresó esta opinión en su primera conferencia de prensa sobre el alto el fuego en 1993: “La unidad no es incompatible con la independencia. Hoy, el principal problema que enfrentan todas las naciones no es estar atrapadas dentro de fronteras fuertemente nacionalistas, sino ser incapaces de formar alianzas que protejan sus intereses en la independencia. Por lo tanto, nuestra búsqueda de la unidad con el pueblo turco, basada en la igualdad y la libertad —dentro de las fronteras existentes— no debe interpretarse como incompatible con la independencia”.
Esta valoración, realizada en condiciones de guerra intensa, representa una declaración inequívoca a favor de la coexistencia igualitaria y compartida más allá de la homogeneidad nacional y la asimilación forzada.
La sociedad turca debe avanzar hacia la integración democrática
Las entrevistas y los análisis de aquellas fases en las que Abdullah Öcalan habló enfáticamente sobre la paz, la convivencia y la construcción de un futuro libre, dejan claro que no era la sociedad kurda, sino más bien la sociedad turca —especialmente sus organizaciones y representantes— la que no estaba dispuesta a participar en este proceso.
Durante los períodos de alto el fuego, periodistas turcos entrevistaron a Öcalan e hizo hincapié en el ideal de la coexistencia. Sin embargo, las preguntas de los medios a menudo se centraban en trivialidades o buscaban obtener información específica, en lugar de abordar seriamente el mensaje central de Öcalan. Él, a su vez, vinculó constantemente sus ideas, en constante evolución, con la visión de la coexistencia en igualdad entre los pueblos.
En una entrevista de marzo de 1993, Öcalan afirmó categóricamente: “La insolubilidad de la cuestión kurda es la insolubilidad de la democracia turca”. Con esta declaración, dejó claro que el problema no radicaba principalmente en los kurdos, sino en la actitud de la República turca. Sus reiteradas quejas sobre la falta de una contraparte seria evidencian la negativa estructural de la parte turca a entablar un diálogo en igualdad de condiciones, situación que solo ha cambiado con el debilitamiento de dicha parte en favor del diálogo. El verdadero conflicto, por lo tanto, no reside en la falta de voluntad de la población kurda para llegar a un entendimiento, sino en la falta de apertura de la sociedad turca hacia un futuro compartido.
Además de las posturas represivas y nacionalistas de las élites estatales, las estructuras y organizaciones políticas que se consideran faros de esperanza para el pueblo turco también han contribuido al actual endurecimiento ideológico mediante su actitud condescendiente hacia el Movimiento de Liberación Kurdo. La persistente negativa a reconocer al movimiento kurdo como una fuerza política en igualdad de condiciones ha contribuido a la incapacidad de la sociedad turca para liberarse de la ideología fascista.
Si bien existe un anhelo de paz y coexistencia entre la población turca, muchas organizaciones impiden que este potencial se materialice. En cambio, reproducen perspectivas coloniales, considerando a los kurdos como “hermanos menores” a quienes hay que aleccionar y dudando de su capacidad para desarrollar una perspectiva socialista. Estas actitudes elitistas, en última instancia, llevan a la población a adaptarse al status quo autoritario ante la falta de alternativas creíbles.
El resurgimiento del ideal de la vida en común depende, por lo tanto, en gran medida de la capacidad de los izquierdistas, socialistas y demócratas turcos para comunicar este ideal a la población en general, protegiéndola al mismo tiempo de la propaganda ideológica del Estado autoritario. Sin embargo, dicha comunicación exige el establecimiento de estructuras organizativas sostenibles y participativas.
El hecho de que la población kurda siga insistiendo en la convivencia pacífica a pesar de décadas de masacres, intentos de exterminio y humillaciones es una muestra de la actitud coherente y responsable del Movimiento de Liberación Kurdo y de Abdullah Öcalan. Los principios de la integración democrática no son importantes principalmente para los kurdos, sino para los distintos grupos de población y comunidades de Turquía. Una presentación clara y una estructura organizada pueden abrir el camino a una nueva etapa social, en la que la resistencia colectiva y la autoorganización surjan como respuesta al aparato represivo del Estado.
La creciente violencia contra las mujeres, los niños y los animales, la pobreza estructural y la explotación sistemática en Turquía son manifestaciones de la alienación de la sociedad respecto al ideal de solidaridad y convivencia, en favor de una visión individualista y alienada de la humanidad. Superar esta situación solo será posible si las organizaciones socialistas y democráticas de Turquía sensibilizan y movilizan a la población en torno al valor de la integración democrática y la vida comunitaria.
FUENTE: ANF / Edición: Kurdistán América Latina