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Hakan Fidan: el cerebro detrás del caos en Siria

La sorpresiva visita de Asaad al Shaibani, ministro de Asuntos Exteriores de la autoridad de transición siria, a Ankara, la capital turca, se produjo en medio de numerosos y rápidos acontecimientos, todos relacionados con Siria. Ankara convocó apresuradamente a Al Shaibani, y para que la visita pareciera más una reunión de trabajo planificada desde hace tiempo, tanto el ministro de Defensa, Murhaf Abu Qasra, como el jefe de inteligencia, Ibrahim Salameh, hicieron las maletas para acompañarlo. Abu Qasra se reunió con el ministro de Defensa turco, Yaşar Güler, y firmaron apresuradamente un acuerdo sobre entrenamiento militar y servicios de asesoramiento. Este acuerdo fue claramente apresurado y no supone ningún avance estratégico dado el continuo veto de Israel a cualquier presencia o expansión militar turca en Siria.

Lo más impactante de esta visita fueron las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores turco, Hakan Fidan, quien atacó a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) y las acusó de demorar la implementación del acuerdo del 10 de marzo, firmado por el general Mazloum Abdi, comandante de las FDS, y el presidente interino Ahmed Al Sharaa, en Damasco. Las declaraciones de Fidan también incluyeron una incitación contra la Administración Autónoma (AADNES) y las FDS, a pesar de una reunión celebrada horas antes en Damasco entre una delegación que representaba a la AADNES en el noreste de Siria, encabezada por Ilham Ahmed, y el gobierno de transición, encabezado por el propio Al Shaibani. Dicha reunión fue descrita como “muy positiva”. Sin embargo, las declaraciones de Fidan, que incluyeron frases como “conocemos sus intenciones” y “no somos ingenuos y sabemos lo que está pasando”, demostraron que todavía actuaba en el papel de jefe de inteligencia, cargo que ocupó durante trece años, e impidieron que continuara la atmósfera de alivio que había prevalecido después de la reunión de Damasco entre Ilham Ahmed y Asaad al Shaibani.

La postura y la escalada turcas se produjeron tras la conferencia “Unidad de Posición de los Componentes del Norte y Este de Siria”, celebrada por la AADNES y a la que asistieron figuras comunitarias del noreste del país. Participaron a distancia el jeque druso sirio Hikmat al Hajri y el jeque alauita Ghazal Ghazal. Turquía presionó a Damasco para que rechazara los resultados de la conferencia, donde se afirmó unánimemente la unidad de Siria (su territorio y su pueblo) y se exigió un sistema democrático participativo y descentralizado. En consecuencia, las autoridades de Damasco emitieron un comunicado condenando la conferencia, y medios de comunicación financiados por Turquía y Qatar comenzaron a atacarla e incitar a la oposición contra la AADNES y las FDS. En el ámbito político, las autoridades intensificaron la tensión y anunciaron su boicot a una reunión prevista en París entre la Administración Autónoma y el gobierno de transición. Esta decisión fue celebrada por Turquía, que no desea que ningún actor con peso en la escena siria pueda influir en el gobierno y, por lo tanto, limitar su propio papel e influjo.

El gobierno de transición sigue conmocionado por las repercusiones de las masacres perpetradas por facciones afiliadas a su Seguridad General y otros grupos rebeldes liderados por figuras cercanas al antiguo régimen y a la Guardia Revolucionaria Iraní, autodenominados “las tribus”. Estas masacres tuvieron como blanco a la comunidad drusa en la provincia sureña de Sweida y causaron la muerte de casi dos mil civiles, así como la de cientos de combatientes afiliados a la autoridad de transición. Las masacres sólo cesaron tras los ataques israelíes contra el edificio del Estado Mayor y el Palacio de la República, en Damasco. La intervención militar israelí directa creó una nueva realidad en Siria y dio presencia a Tel Aviv, reconocida por la autoridad de transición mediante contactos y reuniones entre sus funcionarios y homólogos israelíes, con la mediación estadounidense. Estos culminaron en un acuerdo de “desconexión” entre las milicias del régimen y la resistencia drusa en Sweida. Además, se habla de un plan, que está surgiendo gradualmente, para abrir un cruce que una Sweida con Israel, con el fin de transportar alimentos y suministros de socorro a la provincia sitiada.

Todos estos acontecimientos han creado confusión y agitación dentro de la autoridad de transición en Damasco, lo que se ha traducido en una mayor intransigencia hacia el noreste de Siria y las FDS, así como en amenazas de uso de la fuerza mediante una escalada militar: ataques a posiciones de las FDS en Deir Hafer, en la zona rural de Alepo, y a aldeas en la zona rural de Deir Ezzor, además de lanzar drones sobre los barrios kurdos de Sheikh Maqsoud y Ashrafieh en la ciudad de Alepo.

Turquía sabe que la autoridad de transición en Damasco se encuentra en una posición extremadamente difícil tras las masacres cometidas en la región costera y en Sweida, así como tras la publicación de un informe de las Naciones Unidas (ONU) que condena a la autoridad y la acusa de responsabilidad por las masacres en la región costera, que el informe describe como casi “crímenes de guerra contra la humanidad”. Otro informe emitido por el Pentágono describió con precisión la infiltración de yihadistas en las estructuras militares y de seguridad sirias. Turquía también sabe que la presencia israelí en el sur del país se ha convertido en una realidad, además de la firme adhesión de Tel Aviv a las líneas rojas que trazó para Turquía, prohibiendo cualquier acercamiento turco al interior de Siria (Israel destruyó instalaciones militares que Ankara pretendía rehabilitar en el aeropuerto militar de Hama y la base T4 cerca de Homs en abril de 2025). Además, la realidad que emergió en Sweida tras las recientes masacres es de una clara descentralización, que inevitablemente se reflejará en el norte y el este de Siria —y quizás en otras partes del país—, que se adherirán a un modelo descentralizado, dado el fracaso de la autoridad en la mayoría de las áreas de seguridad y económicas. Desde esta perspectiva, Ankara cree que la mayoría de los asuntos sirios se le están escapando de las manos, y que están surgiendo otros actores con mayor poder económico y militar.

Turquía no ha condenado las atrocidades de la autoridad de transición en la región costera, Damasco y Sweida, ni las violaciones diarias de derechos humanos en toda Siria. Aborda Siria con una mentalidad de seguridad, considerándola una esfera de influencia y control, gobernada por una autoridad que, según Ankara, debe subordinarse a ella. El Estado turco se aferra a la narrativa de que fue responsable de llevar a la “nueva autoridad” al poder en Damasco.

Con esta mentalidad estrecha y peligrosa, Ankara insiste en combatir a los kurdos, la Administración Autónoma y a FDS, rechazando toda forma de descentralización y reconocimiento constitucional de los diversos componentes y particularidades de Siria. A pesar del diálogo en curso en Turquía entre el Estado y el movimiento kurdo —que incluye la creación de un comité parlamentario denominado “Comité para la Solidaridad Nacional, la Hermandad y la Democracia” y los discursos sobre una “nueva etapa” y una “hermandad milenaria entre kurdos y turcos”—, el gobierno de Erdogan y su jefe diplomático, Hakan Fidan, persisten en excluir a los kurdos de Siria e impiden que Damasco acepte la descentralización o reconozca a las FDS como estructura oficial dentro del nuevo ejército sirio, al igual que otras facciones plenamente integradas en el marco de la autoridad bajo nuevos nombres.

El enfoque turco respecto a Siria permanece inalterado. Con un ministro de Asuntos Exteriores que aún asume el rol de jefe de inteligencia, supervisando las operaciones encubiertas y el ámbito clandestino, y que se opone al proceso de paz con los kurdos dentro de Turquía, parece que la postura de Turquía hacia los kurdos, la Administración Autónoma, las Fuerzas Democráticas Sirias y, por ende, el surgimiento de una Siria democrática y descentralizada, no experimentará ningún progreso. Turquía seguirá rechazando cualquier avance, insistiendo en construir un Estado centralizado y unitario gobernado por una facción leal a Ankara, o una provincia gobernada por un administrador leal al sultanato, según la imaginación turca y el enfoque predilecto de los medios de comunicación turcos.

En este contexto, el vocabulario del discurso político turco sobre la “nueva Siria” permanece inalterado: rechazo a la descentralización, incitación al enfrentamiento entre árabes y kurdos, colusión con la autoridad sobre la región costera y Sweida, y competencia por lo que considera el “pastel” sirio, con Israel, los países árabes y otras potencias regionales e internacionales que se oponen a la presencia imperial y colonial turca en el Levante.

FUENTE: The Kurdish Center for Studies / Traducción y edición: Kurdistán América Latina

viernes, agosto 22nd, 2025