La guerra había hecho pequeña a mi ciudad en Rojava

Cuando hablamos de Qamishlo, en el noreste de Siria, todo el mundo (todos los kurdos) entiende que es la capital soñada de Rojava (Kurdistán sirio). Es una ciudad grande, hermosa, multilingüe y con diversas religiones. Pero cuando llegabas y veías cómo estaba (en los años de la guerra), la realidad chocaba con la idea imaginaria. Se entraba por la parte oriental, el camino que la conectaba con más ciudades y que llevaba al Kurdistán iraquí. Pero esta vez no fue así: entramos por el camino que la conecta con el aeropuerto y más ciudades de Siria.

Todos los puntos de control del régimen sirio ahora son ocupados por las Asayish, la policía de la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES). Ya no hay fotos ni estatuas del ex presidente Bashar al Asad ni de su padre, Hafez al Asad, ni la vieja bandera siria. Los caminos y carreteras que tenían bajo control están abiertos para todos. Las tiendas cerradas han vuelto a abrir sus puertas. Encontramos una Qamishlo libre. Antes lo era, pero ahora mucho más. Si Turquía la deja ser.

El aeropuerto de Qamishlo, el único que existe en la zona, fue abandonado. Al lado, todavía hay dos bases militares rusas. Toda la zona del aeropuerto está sucia: hay quemaduras, algunas banderas rusas todavía ondeando y árboles de color marrón que con el paso del tiempo han perdido su color natural. También hay zonas bombardeadas por Israel, en ataques contra el arsenal militar del régimen, con el objetivo de evitar que los grupos armados se apoderaran de esas armas.

Dentro de la ciudad, el escenario también es distinto. Las instituciones civiles que pertenecían al régimen están vacías y cerradas. Antes daba miedo pasar cerca, ahora ya no. En Qamishlo existía un área de seguridad bajo el control del régimen. Una de las principales calles siempre estaba cortada al tráfico. Sólo pasaban allí coches de los responsables y sus equipos militares. Hoy están abiertas a todo el mundo. Antes tenías que dar mil vueltas para no pasar por ahí, ahora ya no hace falta. Se pasa como si nunca hubiera habido vigilancia.

Qamishlo es cómo la dejé, pero sin el régimen. Es la ciudad que conozco más que cualquier otro sitio del mundo. Es mi casa. La guerra la había hecho muy pequeña. Ahora vuelve a ser como la conocía. No estaba acostumbrada a no ver postales del régimen. Nací aquí cuando el padre de Bashar al Asad era presidente. No conocíamos la libertad. No sabíamos lo que era votar. Luego llegó Bashar. Fue peor, creo. De hecho, no imaginé que nunca viviría ese momento ni escribiría este artículo. Ver Qamishlo sin Asad y sus estatuas era un sueño. Dejaré las demás preguntas para mañana. Ahora quiero pasear por donde antes no podía hacerlo.

FUENTE: Amina Hussein (periodista kurda) / VilaWeb / Traducción y edición: Kurdistán América Latina

miércoles, diciembre 18th, 2024