Elecciones en Irak: la sombra de Estados Unidos, Irán e Israel

Este martes, las y los iraquíes acudirán a las urnas para otra delicada elección. La votación anticipada ya ha comenzado. Partidos, alianzas y candidatos se presentan en la arena pública bajo la supervisión de la Comisión Electoral Superior Independiente (CESI) de Irak.

Los comicios, celebrados bajo la sombra del llamado al boicot de Muqtada al Sadr a pesar de su amplia base electoral, han suscitado un debate sobre la influencia de potencias extranjeras.

Los ciudadanos y ciudadanas iraquíes participan en las elecciones mediante tarjetas biométricas con un sistema de votación electrónica. En todo Irak, 21.404.000 personas están habilitadas para votar en 709 centros y 4501 mesas electorales.

Un total de 7768 candidatos (2248 mujeres y 5520 hombres) compiten por 329 escaños, representando a 75 candidatos independientes, 31 alianzas y 38 partidos.

La CESI anunció que continúa la distribución de tarjetas biométricas en 1079 centros de registro, con más de 2,5 millones de tarjetas ya distribuidas y casi un millón aún pendientes de entrega.

Por otro lado, ha comenzado la votación especial para los Peshmerga, la policía y las fuerzas de seguridad. Las elecciones están siendo supervisadas por 304 observadores internacionales y más de 1500 periodistas.

Rivalidades

La rivalidad entre kurdos, chiíes y suníes es uno de los reflejos más claros de la diversidad étnica y sectaria de Irak en su representación política. Las campañas electorales carecen en gran medida de programas políticos concretos; en cambio, los grupos chiíes confían en su mayoría demográfica para mantener el control del gobierno, mientras que los suníes buscan la unidad para recuperar influencia en la política central.

Los kurdos, por su parte, pretenden preservar su influencia política y ampliar sus conquistas económicas y administrativas tanto en la Región de Kurdistán (RKI) como en los denominados “territorios en disputa”, como Kirkuk (en virtud del artículo 140 de la Constitución).

La fragmentada estructura interna de los bloques políticos dificulta los pronósticos. La competencia entre kurdos, chiíes y suníes sigue estando condicionada por las potencias regionales y globales.

Estados Unidos y algunos países occidentales buscan debilitar la influencia de Irán, mientras que Teherán intenta consolidar su presencia política a través de partidos chiíes. Israel, por su parte, considera la creciente presencia de Irán en Irak como una amenaza para su propia seguridad. Turquía, país vecino, intenta consolidar su posición en esta lucha de poder regional mediante sus vínculos con la población turcomana y sus relaciones políticas y económicas con el Gobierno Regional de Kurdistán (GRK).

Los kurdos en las elecciones iraquíes

Ha transcurrido un año desde las elecciones del 20 de octubre de 2024 en la RKI, y aún no se ha formado gobierno, lo que evidencia un profundo estancamiento político. A pesar de las reiteradas reuniones entre el Partido Democrático de Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK), no se ha alcanzado ningún acuerdo. Conforme se acercan las elecciones iraquíes, la UPK ha acusado al PDK de intransigencia.

Sedi Ahmed Pîre, miembro del Politburó de la UPK, declaró: “Si el PDK pudiera formar gobierno sin nosotros, ya lo habría hecho. El PDK no cree en una verdadera alianza y no desea alcanzar un acuerdo serio con la UPK”.

La prolongada ausencia de un gobierno en funciones ha dejado importantes problemas sin resolver, desde crisis salariales hasta disputas por el petróleo y el gas. La falta de un gobierno legítimo, tanto legal como políticamente, debilita la capacidad de negociación kurda en Bagdad y evidencia una clara brecha de gobernanza en un momento de gran expectativa pública.

Durante la campaña, la política kurda hizo hincapié en el respeto a la Constitución iraquí y en la redefinición de las relaciones con Bagdad. El líder de la UPK, Bafel Talabani, destacó las soluciones constitucionales a lo largo de su campaña.

La alta participación electoral en las últimas elecciones de Kurdistán ha generado expectativas de una fuerte participación kurda también en las elecciones generales de Irak. Bajo el sistema electoral de Sainte-Laguë en Irak, los partidos más grandes tienen ventaja, mientras que los más pequeños corren el riesgo de ser marginados.

Aun así, se prevé que el PDK, la UPK y otros partidos kurdos obtengan entre 60 y 70 escaños en el Parlamento iraquí, lo que indica que los kurdos seguirán desempeñando un papel fundamental como fuerza de equilibrio en Bagdad.

En las zonas en disputa, especialmente en Kirkuk, los kurdos luchan nuevamente por recuperar el poder. La UPK trabaja para fortalecer su influencia en la región y retener la gobernación mediante la obtención de seis escaños parlamentarios.

La estrategia multifacética de los kurdos, tanto en Bagdad como en la región de Kurdistán, busca la reconciliación interna al tiempo que mantiene su influencia política dentro del equilibrio de poder más amplio de Irak.

Suníes, influencia iraní y chiíes

Según la Constitución de 2005, el sistema de reparto de poder de Irak distribuye la jefatura del gobierno a los chiíes, la presidencia a los kurdos y la presidencia del Parlamento a los suníes. Los suníes, que consideran que este sistema los margina, frecuentemente exigen la presidencia para su comunidad con el fin de lograr una representación más equilibrada.

Sin embargo, las divisiones internas entre los partidos suníes impiden avanzar en esta demanda. A pesar de haberse organizado en torno a cuatro bloques principales antes de las elecciones, no han logrado ponerse de acuerdo sobre un candidato o una estrategia común, lo que debilita la influencia suní en Bagdad.

Esta fragmentación también ha fomentado la desconfianza y la apatía entre los votantes suníes.

La Alianza por la Soberanía (Siyada), liderada por Khamis al Khanjar y que llegó a ser la mayor coalición suní tras las elecciones de 2021, perdió gran parte de su poder tras la salida del ex presidente del Parlamento, Mohammed al Halbousi. Halbousi, ahora al frente del Partido Taqaddum, busca mantener su influencia apoyando a distintas listas.

En el ámbito chií, la postura de Muqtada al Sadr sigue condicionando el proceso electoral. Sus llamamientos a cancelar o boicotear las elecciones han desestabilizado el equilibrio político chií.

La participación de Sadr se considera crucial no solo para la fortaleza del bloque chií, sino también para la legitimidad general de las elecciones.

Desde la retirada de Sadr de la política, los grupos chiíes respaldados por Irán han ganado terreno. Estas facciones han advertido a los votantes que una baja participación podría propiciar el resurgimiento del régimen baazista.

Mediante su influencia política y paramilitar, especialmente sobre las Fuerzas de Movilización Popular (FMP) y el Marco de Coordinación, Irán sigue siendo un actor decisivo en la política de Bagdad. Teherán considera esencial mantener la hegemonía chií tanto para tener profundidad estratégica en sus conflictos regionales con Israel y Estados Unidos como para sostener el control sobre la dinámica interna de Irak.

Según informes, el líder supremo de Irán, Ali Jamenei, envió recientemente un mensaje a través del comandante de la Fuerza Quds, Esmail Qaani, instando a los líderes chiíes a evitar la fragmentación del Marco de Coordinación.

Tras la reciente guerra de doce días con Israel, Teherán ha priorizado el mantenimiento de su influencia en Líbano, Yemen e Irak.

La Alianza para la Reconstrucción y el Desarrollo (ARD), del primer ministro Mohammed Shia al Sudani, ha llamado la atención por su intento de equilibrar las relaciones entre Irán y Estados Unidos, así como con Turquía y los Estados del Golfo.

Sin embargo, el posible uso por parte de Irán del territorio iraquí como corredor logístico o militar, en medio de sus tensiones con Israel, plantea desafíos para Bagdad. Si bien los informes que indican que Sudani bloqueó un ataque israelí se interpretan como un intento de equilibrio, aún no está claro si dicho equilibrio podrá mantenerse.

Intervención indirecta de Estados Unidos

Tras presionar a Bagdad para que vetara las enmiendas a la ley de las Fuerzas de Movilización Popular, la influencia estadounidense en Irak se ha vuelto más evidente. Según informes, Washington brinda apoyo diplomático selectivo a ciertas figuras y programas, y recientemente designó a cuatro milicias chiítas vinculadas a Irán —Harakat al Nujaba, las Brigadas Sayyid al Shuhada, Ansarullah al Awfiya y las Brigadas Imam Ali— como organizaciones terroristas extranjeras.

Estos grupos, estrechamente vinculados a la Fuerza Quds de Irán, ejercen una considerable influencia militar y social en Irak.

Se dice que Estados Unidos también está en contacto con actores sunitas para contrarrestar la influencia iraní. Washington prevé un Irak donde el poder de las Fuerzas de Movilización Popular se vea reducido y las fuerzas kurdas y suníes apoyen a un primer ministro alineado con Washington, un escenario que también limitaría el dominio de Teherán.

Si bien Estados Unidos alguna vez buscó disolver por completo a las Fuerzas de Movilización Popular, ahora propone integrarlas a la estructura de seguridad iraquí.

Mark Savaya, designado por el presidente Donald Trump como enviado especial para Irak el 20 de octubre pasado, ha enfatizado que los grupos armados no deben operar al margen de la autoridad estatal y ha instado a Bagdad a ejercer el control.

Savaya, conocido por sus estrechos vínculos con el primer ministro Sudani, también lideró las negociaciones para la liberación de la investigadora israelí Elizabeth Tsurkov, secuestrada por las Brigadas de Hezbolá. Según se informa, su misión es eliminar de la seguridad iraquí a milicias como las Brigadas de Hezbolá, Asaib Ahl al Haq, al Nujaba y Sayyid al Shuhada.

Sus declaraciones —“Irak aún necesita apoyo. No hay lugar para grupos armados fuera de la autoridad estatal. La estabilidad de Irak depende de unas fuerzas de seguridad unificadas bajo una sola bandera y un solo Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas”— fueron interpretadas como un respaldo a la integración.

Los analistas sostienen que, a medida que la influencia de Irán en Irak disminuye, el poder estadounidense se expandirá y los kurdos cobrarán mayor visibilidad en este equilibrio cambiante.

Turquía en la ecuación electoral iraquí

En Kirkuk, la rivalidad entre los grupos políticos kurdos, árabes y turcomanos refleja no solo las luchas de poder locales, sino también la influencia de las potencias regionales. Turquía aprovecha activamente tanto sus vínculos con la población turcomana como su relación con el PDK para consolidar su influencia en Irak.

Al organizarse políticamente a lo largo de la línea Kirkuk-Mosul a través de canales turcomanos, Ankara busca limitar la influencia kurda en las administraciones locales.

Al mismo tiempo, Turquía utiliza temas como el control del agua, los acuerdos energéticos y la seguridad fronteriza como moneda de cambio contra Bagdad para expandir su dominio diplomático. Su control sobre los recursos hídricos cruciales para Irak le otorga a Ankara una potencial herramienta de presión durante las elecciones.

La lucha de poder entre Estados Unidos e Irán, sumada a la estrategia de Turquía de expandir su influencia a través del PDK, complejiza aún más el equilibrio de poder en Irak.

Los resultados en zonas disputadas como Kirkuk y Sinjar (Shengal) no solo definirán la política interna de Irak, sino que también podrían afectar la distribución de los ingresos petroleros y los beneficios para la Región de Kurdistán.

Si los partidos kurdos no se presentan conjuntamente en estas zonas, su plena representación podría verse comprometida.

Mientras tanto, Turquía, mediante la retención de agua o el uso de su creciente presencia militar y sus bases, busca que Bagdad sea más receptiva a sus demandas en el período postelectoral.

FUENTE: ANF / Edición: Kurdistán América Latina

martes, noviembre 11th, 2025