Las recientes declaraciones diplomáticas del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, muestran un cambio significativo en la retórica de la política exterior turca. Este cambio se aprecia en las recientes conversaciones diplomáticas de Erdogan y en las nuevas iniciativas para renovar la adhesión de Turquía a la Unión Europea (UE), un proceso estancado durante siete años debido a la preocupación por la regresión democrática de Turquía. Erdogan ha mostrado una transformación perceptible en sus propuestas políticas, pasando de una asertividad nacionalista a un tono más conciliador, aparentemente en sintonía con las cambiantes estructuras de poder regionales. Este cambio se reflejó de forma destacada en su reciente respaldo al acuerdo de paz kurdo-sirio.
Durante una conferencia de prensa conjunta con el primer ministro polaco, Donald Tusk, el 13 de marzo, Erdogan subrayó el imperativo estratégico de Turquía de integrarse en la UE, describiendo la plena membresía como un objetivo geopolítico fundamental. “Hemos reafirmado constantemente que la plena membresía en la UE sigue siendo nuestra ambición estratégica”, afirmó Erdogan. “Buscamos impulsar nuestra colaboración con la UE sobre la base de los principios de beneficio mutuo y respeto. Si la UE aspira a recuperar su influencia geopolítica, este objetivo solo se logrará mediante la adhesión de Turquía”, agregó. Además, instó a Polonia a intensificar su apoyo a la estancada solicitud de adhesión de Turquía.
El proceso de adhesión de Turquía a la UE comenzó formalmente en 1987 con su solicitud de adhesión y obtuvo oficialmente la condición de candidato en 1999. Las negociaciones comenzaron en 2005. Sin embargo, el progreso se estancó debido a preocupaciones sobre los derechos humanos, el Estado de derecho y la gobernanza democrática. El proceso se paralizó en 2018 cuando el Consejo Europeo concluyó que la regresión de los estándares democráticos de Turquía impedía nuevas negociaciones. El renovado impulso de Erdogan para la adhesión plantea interrogantes sobre la posible respuesta de la UE, en particular dada la postura previa de la Comisión Europea de que se requerirían reformas democráticas sustanciales antes de reanudar las negociaciones de adhesión. La Comisión Europea aún no ha emitido una respuesta oficial a la declaración de Erdogan. No obstante, dada la postura previa de la UE de que las reformas democráticas significativas deben preceder a cualquier negociación adicional, se espera que el bloque evalúe la trayectoria de la política interna de Turquía antes de considerar una reanudación formal del proceso de adhesión.
Este acercamiento diplomático coincide con el replanteamiento de la estrategia de Erdogan hacia Siria. Tan solo un día antes, respaldó públicamente el acuerdo entre el Consejo Democrático Sirio (CDS) y las autoridades provisionales sirias, lo que indica un cambio pragmático en la estrategia de Ankara hacia la cuestión kurda en Siria. Este respaldo contrasta marcadamente con la línea dura que mantenía su administración anteriormente contra las estructuras de gobierno y las facciones armadas kurdas.
La aprobación por parte de Erdogan del acuerdo de paz sirio se produjo tras un período inicial de notorio silencio por parte de Ankara, una anomalía dado el papel histórico de Turquía como actor principal en Siria. En cambio, las Naciones Unidas, Estados Unidos, Francia, Alemania, los países del Golfo Pérsico y el Gobierno Regional del Kurdistán (GRK) en Irak aprobaron rápidamente el acuerdo del 10 de marzo, firmado por el presidente interino sirio Ahmed al Sharaa y el comandante de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), Mazloum Abdi. El acuerdo se considera ampliamente un punto de inflexión en la normalización política de Siria.
En su respuesta final, Erdogan presentó el acuerdo como una medida estabilizadora que preservaba el discurso antiterrorista establecido por Ankara. Declaró en Ankara: “La implementación del memorando de ayer contribuirá a la seguridad y la estabilidad de Siria. Los beneficiarios finales serán nuestros hermanos y hermanas sirios. Todo esfuerzo por erradicar el terrorismo en Siria es un paso en la dirección correcta”.
Sin embargo, las continuas intervenciones militares de Turquía en el norte de Siria plantean interrogantes sobre su política a largo plazo respecto de las estructuras de gobierno kurdas.
La prolongada presencia militar de Turquía en Afrin, Al Bab, Azaz, Tell Abyad (Girê Spî) y Ras al-Ayn (Serêkaniyê) sigue siendo un tema polémico, y numerosas organizaciones internacionales de derechos humanos han documentado abusos generalizados contra los derechos humanos, como desplazamientos forzados, ejecuciones extrajudiciales, torturas e ingeniería demográfica. Un reciente Tribunal Popular sobre Rojava (norte y este de Siria) declaró a Turquía culpable de crímenes de guerra y de lesa humanidad en estos territorios.
Paralelamente a estos acontecimientos regionales, la retórica de Erdogan se alinea con el proceso de reconciliación kurdo en curso. Desde octubre de 2024, se han reanudado las negociaciones indirectas entre actores estatales turcos y el líder kurdo encarcelado Abdullah Öcalan. Estos diálogos culminaron con el “Llamado a la Paz y una Sociedad Democrática” de Öcalan, el 27 de febrero de 2025, en el que exigió el cese de la lucha armada, la disolución del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y el inicio de una transformación democrática en Turquía mediante negociaciones estructuradas. El reajuste retórico de Erdogan sugiere que estas conversaciones clandestinas podrían estar configurando cambios políticos más amplios.
En otro avance significativo, Erdogan se mostró dispuesto a dialogar con la delegación İmralı del Partido prokurdo Igualdad y Democracia de los Pueblos (DEM), que representa al líder kurdo encarcelado Abdullah Öcalan. En declaraciones a la prensa tras su discurso parlamentario semanal el 12 de marzo, Erdogan declaró que concedería una reunión si la delegación la solicitaba formalmente. Poco después, el Partido DEM presentó una solicitud oficial, y se prevé una reunión próximamente.
Las declaraciones de Erdogan también abarcaron conflictos regionales más amplios. Al referirse a la guerra en curso entre Rusia y Ucrania, acogió con satisfacción las recientes negociaciones entre Estados Unidos y Ucrania, en particular la disposición de Ucrania a considerar un alto el fuego. “Consideramos que la aceptación del alto el fuego por parte de Ucrania es un paso constructivo y significativo. Ahora, instamos a Rusia a corresponder de forma igualmente constructiva”, señaló, reafirmando el papel de Turquía como mediador.
Al profundizar en la postura establecida de Turquía, Erdogan reiteró la defensa de Ankara de una “paz justa” que garantice la seguridad y la estabilidad mutuas. “Desde el principio, nuestra postura sobre este conflicto ha sido inequívoca. Buscamos el fin de las hostilidades mediante un marco de paz equitativo y justo”, declaró Erdogan. Reafirmó la disposición de Turquía a facilitar las negociaciones, incluyendo la celebración de cumbres diplomáticas y el apoyo infraestructural para los mecanismos de distensión. Estas declaraciones indican un esfuerzo por consolidar el papel de Turquía como intermediario clave en la dinámica regional posconflicto.
Concluyendo con una visión más amplia, Erdogan declaró: “Nuestra región ha soportado décadas de guerra, inestabilidad y sufrimiento. Es hora de romper este ciclo y establecer un marco sostenible para la paz y la estabilidad”.
Sus comentarios reflejan un intento de reposicionar a Turquía como un actor diplomático central, distanciándose de políticas pasadas que exacerbaron las tensiones regionales.
La transformación retórica de Erdogan supone un marcado cambio respecto a las políticas nacionalistas históricamente asertivas de su administración. Históricamente, Erdogan ha oscilado entre propuestas conciliadoras y políticas de línea dura, en particular en lo que respecta a la oposición política interna y las operaciones militares en Siria e Irak.
El momento elegido por Erdogan para las gestiones diplomáticas sugiere una respuesta estratégica a las cambiantes corrientes geopolíticas. El acuerdo kurdo-sirio, respaldado por múltiples actores internacionales —incluidos Estados Unidos, Alemania y las Naciones Unidas—, representa una profunda reconfiguración de las estructuras de poder regionales. Simultáneamente, las dificultades económicas de Turquía y el creciente aislamiento diplomático han acentuado la necesidad de recalibrar sus relaciones con la Unión Europea.
Si bien la retórica suavizada de Erdogan indica la posibilidad de un compromiso diplomático genuino, aún no está claro si este cambio constituye una maniobra táctica o el inicio de una transformación política sostenida en relación con el proceso de reconciliación kurdo. El grado en que Ankara implemente estos cambios retóricos determinará si Turquía realmente se está reposicionando como facilitador de la paz regional o si simplemente está adaptando su discurso para desenvolverse en un panorama geopolítico complejo y en rápida evolución.
FUENTE: Medya News / Traducción y edición: Kurdistán América Latina