Los acontecimientos históricos suelen estar marcados por alianzas estratégicas y hechos cruciales. Estos momentos, de profunda trascendencia histórica tanto para Kurdistán como para Turquía y el conjunto de Medio Oriente, han abierto caminos para el avance de la conciencia colectiva, el desarrollo cultural y la lucha de los pueblos por la democracia.
En este contexto, el “Llamado a la paz y a una sociedad democrática” realizado por el Abdullah Öcalan el 27 de febrero pasado, crea, y seguirá creando, oportunidades históricas tanto para el pueblo kurdo como para el turco. Al observar la trayectoria general de la historia social, en particular la evolución de la conciencia colectiva y la democracia, resulta evidente que cada avance en la alianza kurdo-turca ha traído beneficios para ambos pueblos.
La alianza kurdo-turca surgió inicialmente cuando los selyúcidas avanzaron hacia Mesopotamia y se extendieron a Anatolia. Cuando el sultán Sanjar llegó a Anatolia, forjó una alianza con el Estado kurdo marwaní. Gracias a esta alianza, Anatolia y Mesopotamia se hicieron accesibles a los turcos. La alianza y el vínculo fraternal kurdo-turco perduraron durante mil años, hasta 1924.
La alianza establecida entre turcos y kurdos durante la llegada de Turquía a Anatolia allanó el camino para la expansión turca hacia Medio Oriente, Europa y África. Esta alianza con el pueblo kurdo desempeñó un papel crucial para que los turcos se convirtieran en una poderosa fuerza histórica.
Mesopotamia, conocida como la cuna de la civilización, siempre ha sido una región de vital importancia. Las alianzas forjadas con los pueblos de Mesopotamia han propiciado desarrollos transformadores y continuarán haciéndolo.
Otro momento clave en la alianza kurdo-turca fue el acuerdo entre el sultán Selim I (Yavuz Sultan Selim) e Idris Bitlisi. Esta alianza jugó un papel vital en la victoria del sultán Selim sobre el gobernante persa Shah Ismail durante la batalla de Chaldiran, en 1514.
Además, al derrotar al Estado mameluco, que ostentaba el califato islámico, en las batallas de Marj Dabiq en 1516 y Ridaniya en 1517, los otomanos obtuvieron el control de los territorios, las rutas comerciales y los centros religiosos de Siria, Palestina, Egipto y el Hiyaz. Esta alianza allanó el camino para la expansión otomana en Medio Oriente y África, y jugó un papel decisivo en la transferencia del califato islámico de los mamelucos a los otomanos. Esta alianza histórica permitió a turcos y kurdos asumir roles significativos en el mundo islámico y les permitió adquirir influencia en todo el mundo musulmán.
La alianza kurdo-turca más reciente surgió durante la Guerra de la Independencia, cuando Mustafa Kemal (Atatürk) formó una alianza con los kurdos que desempeñó un papel crucial en la fundación de la actual República de Turquía. Los territorios definidos en el Pacto Nacional (Misak-ı Milli) se aseguraron mediante esta alianza, y la República turca se estableció mediante esta unión.
Mustafá Kemal, tras un profundo estudio de la historia, comprendió tanto la llegada turca a Anatolia como la conquista del califato islámico durante el reinado del sultán Selim I. Extrayendo lecciones del pasado, buscó una alianza con los kurdos. Sabía que, de lo contrario, liberar los territorios ocupados por Gran Bretaña, Grecia, Rusia y Francia sería extremadamente difícil. Por ello, la primera fase de la “lucha nacional” se lanzó en Kurdistán. La campaña que comenzó en Sivas y Erzurum continuó posteriormente en Anatolia a través de Amasya.
En otras palabras, las raíces de la “lucha nacional” estaban en Kurdistán. Mustafá Kemal comprendió claramente que el logro de sus objetivos sólo sería posible con el apoyo del pueblo kurdo. A través de los congresos y conferencias que celebró en Sivas y Erzurum, consiguió el apoyo de influyentes figuras y líderes tribales kurdos, iniciando así la Guerra de la Independencia. En este contexto, Antep, Riha, Marash, Izmir y todos los rincones de Anatolia fueron liberados.
Sin embargo, esta alianza se rompió en 1924. El Pacto Nacional siguió sin cumplirse y los kurdos fueron sometidos a un genocidio.
A partir de ese momento, las fronteras definidas por el Pacto Nacional —incluyendo Mosul, Kirkuk y Alepo, que aún hoy se debaten con frecuencia— quedaron bajo el control colonial británico y francés. En realidad, la pérdida del pueblo turco comenzó en ese momento: pérdida geográfica, democrática, emocional y en términos de conciencia compartida.
Así, se sembraron minas bajo un vínculo milenario de hermandad. A medida que los kurdos fueron sometidos al genocidio, el pueblo turco comenzó a decaer, fragmentarse y perder influencia en el escenario histórico. Esta erosión ha continuado, lenta pero constantemente, hasta nuestros días.
El verdadero crecimiento solo es posible aceptando la diversidad y avanzando a través de la inclusión. Si bien el Tratado de Lausana reconoció oficialmente a la República de Turquía con el apoyo kurdo, la posterior adopción de una rígida ideología de Estado nación y políticas de homogeneización no solo destruyó la milenaria alianza kurdo-turca, sino que también dejó a los kurdos atrapados en las garras del genocidio y condenó a los turcos al declive histórico y al aislamiento. Por esta razón, es fundamental estudiar y analizar la historia con claridad. Es necesario comprender claramente el valor de las alianzas sociales para los pueblos involucrados.
Precisamente por esta razón, el presidente Öcalan, quien ve la historia con claridad y la analiza con precisión, hizo su “Llamado a la paz y a una sociedad democrática”. Su objetivo es revivir y reconstruir la alianza kurdo-turca que quedó destrozada y fragmentada. Esta iniciativa busca lograr importantes avances para ambas sociedades. Cabe recordar que el progreso histórico se logra mediante alianzas sociales.
En respuesta al llamado del presidente Öcalan, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) celebró su XII Congreso entre el 5 y el 7 de mayo y declaró, tanto a los pueblos kurdo y turco como a los pueblos del mundo, su intención de fortalecer esta alianza. Con esta postura, el pueblo kurdo ha expresado su voluntad de participar en este proceso, junto con el presidente Öcalan y el movimiento.
Ahora, la responsabilidad recae en el pueblo y el Estado turcos. Su incorporación a esta alianza dependerá de su enfoque y de las medidas que decidan adoptar. Una alianza genuina sólo puede desarrollarse, crecer y perdurar sobre la base de acciones equitativas, democráticas y legítimas de ambas partes. Este es el requisito fundamental de un verdadero vínculo de hermandad.
El pueblo kurdo, los pueblos de Turquía y, de hecho, los pueblos del mundo están observando atentamente las medidas que tomarán el Estado y el gobierno turcos. Sólo el tiempo dirá qué medidas tomará el Estado turco.
FUENTE: Firat Dicle / ANF / Edición: Kurdistán América Latina