El presidente de Siria Ahmed al Sharaa (Mohammed al Jolani) ha viajado a Estados Unidos, donde está celebrando una serie de reuniones. Es el primer jefe de Estado sirio que viaja a Estados Unidos; los líderes anteriores habían evitado este tipo de visitas debido al estado de guerra de Siria con Israel. Tanto Hafez al Asad como Bashar al Asad, en sus largos años en el poder, mantuvieron las distancias con Washington, optando en su lugar por cultivar relaciones primero con la Unión Soviética (URSS) y más tarde con Rusia. Durante la Guerra Fría, Siria se alineó firmemente con el bloque soviético.
Como es bien sabido, Al Sharaa proviene de un entorno vinculado a Al Qaeda y al ISIS. Esta estructura ideológica se basa generalmente en la hostilidad hacia Israel. Dado que Estados Unidos apoya a Israel, el sentimiento antiamericano también ha desempeñado un papel importante en su política. Los movimientos arraigados en una interpretación rígida del islam están profundamente entrelazados con el sentimiento antijudío. Sin embargo, en su esencia, estas estructuras impulsadas por la religión no se oponen al capitalismo ni a la condición de Estado; al contrario, son rígidamente estatistas y orientadas al poder.
A pesar de sus divisiones internas e incluso de la abierta hostilidad entre sí, estos movimientos comparten un rasgo definitorio: su búsqueda del poder a través del Estado. Desde Irán hasta Arabia Saudita, desde Afganistán hasta Al Qaeda y el ISIS, todas estas entidades buscan tomar el control e imponer su autoridad sobre la sociedad mediante las estructuras estatales.
Su oposición a Israel y Estados Unidos no se basa en principios ni en convicciones anticapitalistas. Salvo Irán, casi todas estas fuerzas han suavizado de alguna manera su postura hacia Estados Unidos e Israel, o incluso han cooperado con ellos.
Incluso Irán ha buscado la reconciliación con Estados Unidos y Occidente. Tras la guerra de doce días en la que se enfrentó directamente a Israel, Teherán ya no puede expresarse con la misma audacia que antes. Con Hezbolá debilitado, Hamás inmovilizado y el régimen baazista en Siria colapsado, Irán también ha entrado en una fase de compromiso, aunque sigue siendo un objetivo tanto para Israel como para Estados Unidos.
¿Qué hace Ahmed al Sharaa, el hombre que lideró Al Qaeda y ahora encabeza el grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS), en Estados Unidos? O, dicho de otro modo: ¿por qué Washington lo ha llevado a la Casa Blanca? Estos acontecimientos sin duda suscitarán un intenso debate. Analizarlos e investigarlos es necesario e importante, porque quienes buscan el poder, independientemente de su religión o ideología política, no se detendrán ante nada para apoderarse del Estado y santificarlo. Es fundamental, desde un punto de vista filosófico e ideológico, no perder esto de vista.
En Siria, Al Sharaa no goza de un amplio apoyo popular. El régimen baazista ha perdido el poder y HTS ha avanzado hasta Damasco y tomado el control, en lo que de facto constituye un golpe de Estado. La población, hastiada del régimen baazista y agotada por el alto coste de la guerra civil, se encontraba desorganizada. Sin embargo, como en muchas revoluciones, las masas no recibieron a HTS con entusiasmo. Simplemente celebraron la caída del régimen baazista y optaron por mantenerse en cautelosa observación.
Antes de que la gente pudiera reaccionar, HTS lanzó brutales campañas de masacres, primero contra la comunidad alauita y luego contra la drusa. Estos sucesos provocaron una actitud más cautelosa hacia HTS, tanto dentro como fuera del país. En consecuencia, la alegría inicial por el colapso del régimen baazista se transformó rápidamente en una amarga pasividad y una silenciosa expectación.
Israel, al ver el auge de una estructura religiosa extremista en su frontera como una amenaza para su propia seguridad, comenzó a desmantelar toda la infraestructura militar (siria) restante de la era anterior. El gobierno interino de Damasco se encontraba impotente para responder. Si bien Estados Unidos no respaldó explícitamente los ataques israelíes, tampoco se pronunció en su contra. El Estado turco, principal patrocinador de HTS, permaneció al margen. Consciente de ello, HTS comprendió que no podía mantenerse en el poder sin el apoyo de Estados Unidos e Israel. Para preservar su dominio, ahora depende del respaldo de Washington y Occidente.
Siria permanece bajo un severo embargo, lo que le impide recuperarse económicamente o reconstruirse. El levantamiento de las sanciones requiere la aprobación de Estados Unidos. Además, alcanzar un acuerdo con Israel ya no se considera una opción, sino una necesidad.
En lo que respecta a Palestina, HTS ha mantenido un perfil bajo. Ni siquiera se ha atrevido a expresar abiertamente su apoyo a Hamás. Para mantenerse en el poder, ha relegado a un segundo plano la causa palestina que antes invocaba con tanta frecuencia. Mientras los palestinos sufren masacres, HTS ha optado por el silencio, haciendo la vista gorda. Considerando todos estos factores, no es difícil prever que Al Sharaa aceptará las condiciones impuestas por Estados Unidos.
Se espera que Al Sharaa se una a la Coalición liderada por Estados Unidos, formada para combatir al ISIS. Se alineará con el bloque diseñado por Washington y estructurado en torno a la doctrina de seguridad israelí. A largo plazo, no sería descabellado predecir su inclusión en los Acuerdos de Abraham. En resumen, Al Sharaa está posicionando a Siria firmemente dentro del frente occidental.
Estados Unidos y las potencias europeas, al no encontrar una alternativa viable en Siria, han aceptado de facto a Al Sharaa como su socio. Parece haberse alcanzado un consenso en torno a HTS, con el Reino Unido a la cabeza. En las circunstancias actuales, Estados Unidos sigue siendo la fuerza decisiva. Cuanto más logren someter a Al Sharaa a su marco político, más suavizarán el embargo, poniendo a Siria bajo control occidental.
Un hecho intrigante se produjo durante el viaje de Al Sharaa a Estados Unidos: el ministro de Asuntos Exteriores turco pronto reorientó su itinerario hacia Washington. Turquía ya se había encargado del lobby y las gestiones extraoficiales para Al Sharaa. Turquía estaba particularmente interesada en que HTS se uniera a la coalición contra el ISIS. El objetivo era marginar a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) y evitar que los kurdos y las kurdas lograran cualquier reconocimiento político en Siria. La oposición a la autonomía kurda sigue siendo una prioridad estratégica; se niegan a aceptar la más mínima apertura en este asunto. Como política de Estado, Turquía continúa sus esfuerzos en esta dirección sin descanso, tanto en el Oriente occidental como en el ámbito internacional.
FUENTE: Zeki Bedran / ANF / Edición: Kurdistán América Latina