El pensador y matemático libanés-estadounidense Nassim Nicholas Taleb propone tres conceptos para comprender la era de la incertidumbre: señales débiles, fragilidad y antifragilidad.
Las señales débiles son advertencias tempranas de cambios importantes; la fragilidad se refiere a las estructuras que dependen de choques externos; la antifragilidad, por su parte, describe sistemas que se fortalecen de las crisis. Aunque desafiante en la primera lectura, Taleb ofrece pistas para comprender la nueva estructura de nuestra era moderna, que se basa en la incertidumbre.
Según Taleb, el verdadero problema no es “predecir” sino evitar la fragilidad y construir sistemas antifrágiles. Su advertencia central es esta: intentar prever el futuro a través de grandes profecías es inútil; lo que realmente importa es leer la suma de pequeñas señales y señales débiles.
Los acontecimientos en Siria durante la última década se encuentran entre los ejemplos más concretos de este marco.
En particular, el experimento democrático, laico y participativo de Rojava (Kurdistán sirio), junto con el ascenso del régimen de Ahmed al Sharaa (Mohammed al Jolani), expone la hipocresía de las potencias hegemónicas y de Turquía.
Rojava surgió en 2012 como una autonomía de facto y un laboratorio para los kurdos al este del Éufrates en medio del caos de la guerra civil siria. Con los consejos locales, el sistema de coalcaldía, la participación de las mujeres en la política y la representación multiétnica, ofreció no solo a Medio Oriente sino también al mundo un modelo democrático original. Rojava llenó el vacío de seguridad, fortaleció la participación social, transformó el papel de las mujeres y se convirtió en una fuente de esperanza para Kurdistán. En resumen, logró convertirse en una innovación política que produjo legitimidad y valor para la sociedad.
Todo esto es, de hecho, el eslabón actual de una larga cadena tejida con la lucha que el pueblo kurdo y su liderazgo han llevado a cabo durante más de medio siglo, construida sobre los sacrificios y esfuerzos de quienes pagaron el precio.
¿Por qué no se eligió Rojava para la Siria post Asad?
En este punto, los valores enumerados anteriormente se convirtieron en una percepción de amenaza para el sistema internacional. La institucionalización pluralista y horizontal de Rojava era una estructura que no podía ser dirigida desde fuera. Lo que buscaban las potencias hegemónicas, sin embargo, era una “estabilidad manejable”. Debido a su naturaleza impredecible y su potencial para seguir una agenda independiente, Rojava no pudo cruzar el umbral de convertirse en un socio estratégico.
El factor Turquía también fue decisivo en la elección de las potencias hegemónicas. Ankara definió la autonomía democrática en Rojava como contraria a su propio paradigma de seguridad y como una amenaza existencial, una posición que no podía abandonar. Por esta razón, cada apoyo dado a Rojava significaba una crisis directa con Turquía.
Por lo tanto, las potencias hegemónicas optaron por evitar el conflicto con Turquía en lugar de ponerse del lado de la democracia. Al final, el discurso de la democracia de Occidente fue sacrificado a la ingeniería geopolítica sobre el territorio. Rojava fue elogiada pero no protegida; no se apoyó porque se consideró incontrolable.
Aunque se cree que Al Jolani posee una especie de antifragilidad y la capacidad de sacar fuerzas de la crisis, el papel desempeñado por Turquía y el Reino Unido en este asunto fue decisivo.
En el mismo período, Al Jolani, cuyos antecedentes se encuentran en Al Qaeda y Hayat Tahrir al Sham (HTS), fue puesto en primer plano y presentado como un actor indispensable. Se esperaba que se debilitara bajo el aislamiento, las sanciones y la presión militar, pero logró salir fortalecido de cada crisis. Esto representa el equivalente político de lo que Nassim Taleb llama antifragilidad: los poderes hegemónicos desempeñaron activamente un papel al permitirle utilizar los choques como oportunidades y producir legitimidad.
Los desarrollos de finales de 2024 y principios de 2025 se convirtieron en el escaparate de esta transformación: Estados Unidos despidió a sus diplomáticos de alto rango responsables del expediente sirio. Estos diplomáticos habían estado trabajando dentro de la Plataforma Regional Siria (PRS), que había reemplazado a la embajada de Estados Unidos en Damasco cerrada desde 2012.
Thomas Barrack aumentó la presión para la integración
El ministro sirio de Relaciones Exteriores, Asaad al Shaibani, graduado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad Sabahattin Zaim de Estambul, fue escoltado en Washington y presentado a los senadores.
Al Jolani, mientras tanto, se preparó para subir al podio en las Naciones Unidas y así lo hizo.
Durante diez años, una figura que había estado en la “lista de terroristas” se convirtió repentinamente en una contraparte del sistema internacional. Al Jolani ofreció una autoridad centralizada, de interlocutor único y negociable. Incluso su pasado yihadista extremadamente radical sirvió para aumentar su usabilidad. Su reunión con el ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, el general David Petraeus, fue parte de este escenario.
A medida que el acuerdo del 10 de marzo se acerca a su fin, a pesar de los crecientes riesgos, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) todavía existen como una administración de facto al este del Éufrates. Las instituciones de seguridad, servicios y gobernanza local continúan funcionando. Sin embargo, se multiplican las señales que apuntan a un nuevo conflicto:
-La percepción de que el apoyo de Estados Unidos a Rojava está disminuyendo visiblemente.
-La presión de Barrack para la integración y los esfuerzos para otorgar legitimidad a autoridades cuestionables.
-La recepción de Shaibani en Washington, junto con la constante retención por parte de Turquía de la opción de una operación militar contra Rojava.
Esta situación aumenta la fragilidad de Rojava, ya que la dependencia de las garantías externas crece mientras que su margen de maniobra se reduce. Para Turquía, la posibilidad de obtener beneficios a corto plazo sigue estando en el programa a expensas de los costos a largo plazo.
Aunque el discurso de Al Jolani en la Asamblea General de las Naciones Unidas parecía ser la etapa más visible de esta antifragilidad, la realidad era otra. Como el primer líder sirio interino en hablar desde el podio de la ONU en 58 años, exigió el levantamiento de las sanciones, declarando: “Los grilletes en nuestros pies deben ser eliminados”.
Al agradecer a Turquía, Arabia Saudita y Qatar, también reveló dónde se encontraba dentro de la nueva ecuación regional.
Ese discurso llevaba tres mensajes:
-A Occidente: “Hemos dejado atrás el pasado radical, estamos aquí por la justicia y la reforma”.
-A la región: “Turquía y el Golfo son ahora nuestros socios”.
-Al sistema internacional: “Hemos salido de la crisis y somos una autoridad centralizada lista para la negociación”.
Sin embargo, esta escena no oculta el hecho de que Al Jolani es simplemente un “actor utilizable”. Sigue siendo presidente interino; en la guerra civil en la que participó, más de un millón de personas murieron, millones de sirios se vieron obligados a huir, y las Naciones Unidas, la misma institución donde habló, hicieron poco más que mirar.
Por lo tanto, el discurso aplaudido en la ONU no fue legitimidad, sino la puesta en escena de una figura mostrada por el sistema internacional en línea con sus intereses. La presencia de Al Jolani en la ONU no fue más que un escaparate simbólico, que no puede borrar la destrucción masiva y las profundas ansiedades dentro del país.
En palabras de Taleb, este momento marca el pico de la antifragilidad de Al Jolani: las sanciones, el aislamiento y un pasado radical no son grilletes sino que se convierten en una etapa de legitimidad. Sin embargo, esta antifragilidad es un teatro que sirve a los intereses de las relaciones de poder, no a la justicia.
En los mismos días en que Al Jolani subió al escenario en las Naciones Unidas, Ankara también estaba invirtiendo en su propia ecuación. El discurso del presidente Recep Tayyip Erdogan, calificando a Donald Trump como “mi amigo”, reveló el nuevo tema de negociación en Medio Oriente: la hostilidad hacia los kurdos.
El punto más crítico de la agenda de la reunión de Erdogan en la Casa Blanca fue la exclusión de las FDS y el desmantelamiento de la Administración Autónoma (AADNES). Ankara, que ha planteado el acuerdo del 10 de marzo incluso más que HTS, pone este acuerdo sobre la mesa no como una solución sino como una herramienta de conflicto.
Bajo el discurso de “integrar las FDS en el ejército sirio”, el plan es dejar a Rojava indefensa y a merced de una rígida estructura centralizada estampada con la etiqueta de HTS.
Esta imagen expone claramente la hipocresía de Turquía: no la democracia y la paz, sino la hostilidad hacia los kurdos se ha convertido en el principal capital en la mesa de negociaciones. Si Trump ha aceptado esta expectativa, constituye no solo un duro golpe para Rojava, sino también para toda la perspectiva de paz y sociedad democrática iniciada a través del llamado del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y Abdullah Öcalan.
En última instancia, si el panorama actual se evalúa a través de los conceptos de Taleb: el régimen de Al Jolani es antifrágil: emerge más fuerte de las crisis, es apoyado y legitimado pragmáticamente por el sistema internacional, y se presenta a los pueblos sirios como un regalo venenoso.
Rojava es frágil: valiosa por sus valores democráticos y pluralistas, pero vulnerable debido a su dependencia de las garantías externas. Aún así, su dinámica interna y su determinación proporcionan una gran resistencia, basada en la realidad de que Rojava es el corazón de Kurdistán.
Turquía está siguiendo una estrategia frágil: elegir profundizar la inestabilidad regional como estrategia por el bien de los intereses políticos internos.
Desde 2012, la historia de Rojava ha revelado la brecha entre el discurso de la democracia de las potencias hegemónicas y sus intereses geopolíticos. El modelo democrático kurdo fue elogiado en la retórica pero no apoyado en la práctica; en cambio, se prefirió una figura radical, yihadista, pero centralizada y utilizable.
Hoy, la pregunta crítica es la siguiente: ¿Rojava, que creó la existencia de la nada, no rehuyó pagar el precio, se nutre de una profunda tradición política y ocupa un lugar preciado en el corazón de cada kurdo, se romperá bajo estos equilibrios hipócritas, o logrará, a pesar de todas las presiones, construir su propia antifragilidad y abrir un nuevo camino?
Este camino nos une tanto en el tiempo como en el espacio; se teje con los esfuerzos de quienes pagaron el precio, viniendo del pasado y extendiéndose hacia el futuro. Y precisamente por eso, la respuesta no está sólo en los planes futuros de los hegemónicos, sino en el eslabón presente de la cadena.
FUENTE: Hüseyin Salih Durmuş / ANF / Edición: Kurdistán América Latina