El vínculo entre el proceso de paz en Turquía y la Administración Autónoma de Rojava en el norte de Siria (AADNES) se ha vuelto cada vez más decisivo. Los esfuerzos de la “Comisión por la Paz, la Hermandad y la Democracia” (del Parlamento turco) han abierto un espacio importante para la resolución democrática de la cuestión kurda y para la democratización de Turquía. Sin embargo, la estrategia autoritaria de Recep Tayyip Erdoğan y el equilibrio de fuerzas dentro del Estado siguen siendo los principales obstáculos para este proceso.
La cuestión kurda y el contexto regional
La cuestión kurda constituye una de las crisis más prolongadas y complejas de la historia contemporánea de Medio Oriente. Tras el desarme del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán), la creación de la Comisión representó un nuevo intento de impulsar la política civil. Sin embargo, este proceso no se limita a la política interna turca: también está estrechamente ligado al futuro de Rojava (Kurdistán sirio). La paz, en consecuencia, avanza en la intersección entre dinámicas internas y disputas regionales.
Erdogan y la hostilidad hacia Rojava
El presidente Erdogan no concibe el proceso de paz como un programa de democratización, sino como una estrategia de capitulación kurda. El papel de la Comisión y de Abdullah Öcalan se instrumentaliza para forzar a los kurdos a un acuerdo con el ilegítimo régimen de Ahmed Al Sharaa en Damasco. Sin embargo, entre un régimen autoritario y religioso como el de Hayat Tahrir al Sham (HTS) y la administración laica y democrática de Rojava, no existe base de reconciliación salvo modelos de autonomía o federación. Para Erdogan, Rojava no es simplemente un “problema de seguridad”, sino un componente clave de la reestructuración autoritaria de Turquía. El objetivo estratégico es claro: la liquidación de la Administración Autónoma de Rojava.
HTS, el ejército turco y la dimensión internacional
Las ofensivas de HTS contra Rojava han sido realizadas con el apoyo directo del ejército turco. Ankara proporciona planificación militar y cobertura aérea, mientras que el líder de HTS, Al Sharaa, actúa como un actor regional bajo protección turca. Los Estados occidentales, por su parte, legitiman a actores responsables de graves crímenes internacionales, revelando el carácter interesado del orden internacional. Las negociaciones de Erdogan con el presidente estadounidense Donald Trump sobre nuevos ataques contra Rojava ilustran cómo la política internacional reduce la autodeterminación kurda a una simple moneda de cambio.
Contradicciones dentro del movimiento kurdo
El movimiento kurdo es diverso: algunos sectores defienden la “libertad sin Estado” y el confederalismo democrático, mientras que otros reivindican el Estado propio, la federación o la confederación. Medio siglo de lucha del PKK y experiencias internacionales permiten concluir que:
-El Estado propio aparece como una forma fuerte de emancipación, pero es inviable en las actuales condiciones geopolíticas.
-La autonomía democrática sin Estado es más flexible y viable, como lo muestran Rojava y el Kurdistán iraquí, aunque sigue siendo vulnerable frente a la agresión externa y la represión estatal.
Por ello, el camino más realista hoy es la autonomía democrática sin Estado: no como solución final, sino como una vía intermedia que debe defenderse y ampliarse constantemente.
La izquierda, la clase obrera y la autonomía democrática
La idea de autonomía democrática refuerza el terreno común entre el movimiento kurdo y las luchas socialistas y obreras. Cuando la izquierda construye democracia no solo en el marco parlamentario, sino también a través de asambleas locales, autogobiernos y organizaciones de base, puede abarcar la estructura heterogénea y pluriétnica de la clase trabajadora. Junto con la experiencia kurda de autogobierno, esto abre la posibilidad de construir una hegemonía democrática de los pueblos.
En este sentido, la autonomía democrática no es solo un logro kurdo, sino una conquista colectiva de todos los oprimidos. Aporta contenido de clase y garantías políticas al proyecto, y como forma de poder social no estatal, levanta una contrahegemonía pluralista, solidaria y emancipadora frente al aparato estatal centralizado y homogeneizador de la modernidad capitalista.
Dinámicas internas en Turquía: CHP, DEM y la represión estatal
El proceso de paz no puede separarse de la lucha dentro del propio Estado turco. La represión contra el CHP (Partido Republicano del Pueblo), la política de administradores designados (kayyum) y las detenciones masivas forman parte de esta dinámica. Erdogan, molesto por el “Consenso Urbano” alcanzado entre el CHP y el DEM (Partido por la Igualdad y la Democracia de los Pueblos) en las elecciones locales, ha exigido la retirada del CHP de la Comisión.
Por primera vez en sus 103 años de historia, el CHP enfrenta una represión estatal tan directa. La resistencia de su base frente a las políticas autoritarias muestra el potencial democrático existente en Turquía. La cooperación entre el CHP y el DEM tiene una importancia estratégica no solo para el futuro democrático del país, sino también para el fortalecimiento del movimiento kurdo.
Conclusión
El estatus de Rojava no determinará únicamente el equilibrio de fuerzas en Siria, sino también el destino del proceso de paz en Turquía. La Comisión debe continuar trabajando unida; pero una resolución genuina requiere un nuevo orden político que garantice legalmente los derechos del pueblo kurdo.
Si Rojava logra un estatus duradero, ello será una conquista no solo para los kurdos, sino para todos los pueblos de la región. La paz y la democracia solo podrán realizarse mediante el reconocimiento de los derechos nacionales y el fortalecimiento de la solidaridad regional.
FUENTE: M. Tas / Rebelion