¿Hacia dónde va el proceso de paz en Turquía?

El proceso de paz que se inició a principios de año en Turquía con el objetivo de “resolver” la cuestión kurda se mueve a diferentes ritmos, según los principales actores que participan. Por el lado del movimiento político kurdo -liderado por el dirigente encarcelado Abdullah Öcalan y representado en territorio turco por el Partido por la Igualdad y la Democracia de los Pueblos (DEM)-, las acciones y propuestas se encadenan unas con otras con el objetivo de alcanzar la paz, estabilizar al país y democratizar a la sociedad. Desde el Estado turco, los tiempos se revelan más lentos. Cuando Öcalan llamó a las guerrillas del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) a deponer las armas, Erdogan y sus ministros declararon que el problema del “terrorismo” se había solucionado y que la seguridad interna del país estaba garantizada. Hasta el momento, el gobierno turco se muestra esquivo para acelerar un proceso necesario que no solo es impulsado por el movimiento político kurdo, sino que es visto como urgente por muchos de los aliados de Erdogan que observan a Turquía en el espejo de lo que sucedió en Siria.

El 5 de agosto se puso en funcionamiento la comisión parlamentaria que busca discutir sobre el proceso de paz, una instancia impulsada por el movimiento kurdo y por el principal aliado de Erdogan, Devlet Bahçeli, líder del partido ultraderechista MHP. Para Öcalan, el Parlamento debe ser el ámbito de diálogo y definición que permita asegurar legalmente los derechos del pueblo kurdo como también construyan las garantías para el desarme de las guerrillas del PKK.

En mayo pasado, y por iniciativa de Öcalan, el PKK realizó su XII Congreso, donde decidió disolver la organización, incluida su ala militar. Esto sucedió con la condición de que el Estado turco brinde un marco legale para la desmovilización de miles de guerrilleras y guerrilleros, en su gran mayoría ubicados en las montañas de Qandil, en el Kurdistán iraquí (Bashur). Esa zona es la que el Estado turco tiene como blanco desde hace muchos años, bombardeando periódicamente e instalando puestos y bases militares que suman más de cien. Demás está decir que lo que hace Turquía viola las leyes internacionales y la soberanía territorial de Irak.

Como gesto simbólico, en julio un grupo de treinta guerrilleros y guerrilleras del PKK, encabezados por su principal comandanta, Besê Hozat, encabezaron un acto en el que quemaron sus armamentos. En declaraciones posteriores, Hozat remarcó que las guerrillas kurdas empuñaron “las armas contra la negación y la aniquilación” del Estado turco y ahora buscan “dar impulso” al proceso de paz. Hozat reiteró que “se necesitan regulaciones legales para que todo esto continúe y suceda”, una demanda que es expresada por todo el movimiento político kurdo que integra la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK).

El mes pasado, el propio Erdogan reconoció la represión y la persecución del Estado turco contra el pueblo kurdo, algo que ocurre desde la fundación de la República, en 1923. Aunque necesarias, sus declaraciones no parecen coincidir con la realidad que intenta crear su gobierno. En la región kurda de Turquía (sudeste del país), muchos de los municipios gobernados por el Partido DEM fueron intervenidos por el Estado, y las persecuciones policiales y judiciales contra dirigentes, activistas y periodistas kurdos se encuentran a la orden del día. Ante esta situación, gran parte de la sociedad kurda de Turquía (alrededor de veinte millones de habitantes) sabe que es urgente detener la violencia armada (en un conflicto que le costó la vida a alrededor de cuarenta mil personas desde la década de 1980) y que el liderazgo de Öcalan es definitorio para alcanzar la paz. Al mismo tiempo, los y las kurdas cargan con una por demás que entendible desconfianza hacia el Estado turco, y en particular con el gobierno de Erdogan. En el proceso de paz que se desarrolló entre 2013 y 2015, el entonces primer ministro hizo saltar por el aire los diálogos y recrudeció la represión y los ataques militares contra las regiones kurdas de Turquía e Irak.

Con cinco décadas de lucha, el movimiento político kurdo liderado por Öcalan demostró tener capacidad ideológica y social para defender la existencia de su pueblo. En esta nueva etapa todavía se esperan medidas y gestos concretos del Estado turco. Los y las kurdas conocen muy bien su camino y están convencidos de que con armas o sin ellas, su máximo objetivo es la libertad.

FUENTE: Leandro Albani / Nos Diario

jueves, agosto 14th, 2025