La revista Lêgerîn publicó recientemente un texto del líder kurdo encarcelado Abdullah Öcalan, escrito en la década de 1990, en la que habla sobre su infancia, las relaciones sociales de aquella época y los primeros pasos hacia “la necesidad de emprender el camino equivocado”.
A continuación publicamos el texto completo:
Las grandes revoluciones no surgen en las civilizaciones avanzadas. Quienes no tienen que luchar por su posición no sienten la necesidad de hacer una revolución. Que yo recuerde, me conozco como una persona que tiene dificultades para quererse a sí misma. Incluso las personas a las que represento -o intento representar- no podía ni puedo aceptarlas tal como son. Cuando recuerdo mi infancia, lo primero que me viene a la mente es mi actitud de rechazo. Este fuerte rechazo no sólo existe a nivel emocional. Es más bien una no aceptación de las razones y circunstancias que causan la profunda decadencia de una comunidad. Este hecho marcó el desarrollo de mi personalidad, primero en mi familia y en el pueblo, y luego en mi vida posterior. Hoy sigo sin poder aceptar a este pueblo y a su gente: se han encontrado en una situación sencillamente inaceptable. El resultado es algo muy repulsivo, un severo letargo, una severa derrota.
Cuando comparta mis recuerdos, puede que las cosas sean más fáciles de entender. Qué desgracia venir de este pueblo. Una desgracia también venir de este pueblo, de esta familia. No digo esto para calumniar o devaluar mi propia realidad, sino para divulgar mis antecedentes. Las revolucionarias deben ser fieles a su propia realidad. ¿Cómo puede ser revolucionaria la persona que ha perdido el contacto con su propia realidad? ¿No hay que cuestionar por completo la humanidad de esa persona? Cuando reconocí mi desastrosa realidad durante mi infancia, me hice las preguntas típicas: ¿puedo salvarme? ¿Puedo rechazarme? Sueños infantiles… Entonces deseaba tener otra familia, pertenecer a otra nación. ¡Si mis padres hubieran sido diferentes! ¡Si hubiera nacido en otra sociedad!
Recuerdo que a menudo tenía esas preguntas y pensamientos. Pero en algún momento me di cuenta de que no había escapatoria, que no debía haber escapatoria. Lo único decisivo era el hecho básico… Los sueños y deseos de ser diferente no podían desempeñar un papel importante. ¿Qué se puede hacer en este estado de indefensión? En la realidad de un pueblo sin valores sublimes, ya se está en la alegría de la abnegación, ya se acepta el estado de condenación, se va a la zaga del desarrollo de la humanidad… La vida es cualquier cosa menos digna de ser vivida. Este pueblo parece paralizado, todo lo nacional, todo lo social se ha disuelto casi por completo. Y en este pueblo, está esta familia, que sólo puede sostenerse económicamente con mucho esfuerzo. ¿Cómo me sentí en esta época de mi infancia? ¿Cuáles fueron las influencias a las que reaccioné?
No tengo tantos recuerdos, pero mis primeros pasos fueron los de la rebeldía.
Recuerdo que empecé a buscar amistad muy tempranamente. Por extraño que parezca, sólo encontraba interés en un niño con cuya familia la mía estaba en una disputa irreconciliable. Nuestras familias nos educaron de tal manera que estábamos dispuestos a continuar este conflicto más adelante y a proteger el honor de nuestra familia, lo que significaba nuestra destrucción. No sé si mi afán por conectar con este niño es un signo de inteligencia o si deriva de la necesidad de defenderme. Tenía el simple deseo de entablar una amistad con este niño. Hasan se convirtió en mi amigo, más tarde cayó de una manera muy desafortunada como mártir. Esta amistad con él fue mi primera “organización” secreta, que tuve que ocultar a mi familia. Recuerdo que estaba muy contento de pasear con mi amigo en cuanto salíamos del pueblo. Pero una vez mi abuela nos vio y le gritó a mi madre: “¡Este hijo tuyo se convertirá en uno sin honor!”. A pesar de todo, no traicioné a mi amigo. Incluso bajo la presión de las normas sociales, continué y profundicé esta amistad, aunque de otra forma.
Empecé a oponerme a uno de los principios feudalistas más importantes; no quiero vivir según las leyes prescritas, no según las reglas del padre o de la madre -así hice mis primeras revoluciones.
Cuando di mis primeros pasos en la sociedad burguesa de esta República kemalista (se refiere a Turquía), tenía poca confianza en mí mismo, no tenía grandes metas. Sentía la misma impotencia, la soledad de esta sociedad. Pero también vi la necesidad de emprender el camino equivocado. Aunque no veía ninguna oportunidad real de progresar, me obligué a subir peldaño a peldaño en la escala social. En las escuelas, acababa todos los cursos como el mejor. Hasta que me gradué en la universidad, no entendía nada de esta educación, no aceptaba nada, pero siempre era el primero. Debía de ser una especie de resistencia interior. Con el lenguaje del sistema superando con éxito el sistema -pero en realidad no creyendo en él, no queriendo saber nada de él. Esa también es una forma de luchar que sigo utilizando hoy en día. Algunas palabras las digo en un lenguaje que todo el mundo entiende, pero yo tengo mi propia forma de entender la vida. Creo que esas palabras no significan nada para mí. No estoy de acuerdo con el contenido de este camino y siento que es un acto de destrucción contra mi propia identidad.
Aquí es donde empieza a desarrollarse el revolucionario: adaptarse cuando es necesario, pero nunca traicionar el propio espíritu.
Sin embargo, no vender pensamientos e ideas básicas porque sean necesarios para los intereses del propio pueblo. En un estado en el que el individuo podría venderse al sistema cien veces al día, uno no lo hace -por orgullo personal.
Lo que se puede concluir de esto es que si la familia de la humanidad te considera inexistente, si no puedes alzar la voz contra todas las injusticias, y sin embargo en esta situación no vendes tu alma para proteger el honor humano -si eres capaz de hacerlo, puedes poner en marcha muchas cosas. Si hay que hacer análisis precisos sobre mi persona, este enlace podría formar parte de ellos. Todavía me encuentro en la situación de no poder describirme suficientemente, de forma exhaustiva…
Es muy difícil no caer ante esta negación, la presión, y mantenerse erguido, mantenerse en pie y no perderse. Una personalidad realmente genial debe saber cómo seguir adelante sin caerse. Para otros, la persona kurda puede ser un fuerte portador de cargas, una muy buena esposa, un muy buen marido. Para otros, la persona kurda puede ser un muy buen soldado, un muy buen comandante. Para otros, la persona kurda puede ser un buen trabajador y sirviente, incluso un buen intelectual o un buen artesano. Pero cuando se trata de la propia identidad, de la propia liberación, la persona kurda dice: “No estoy dentro”. Ésa es la tragedia. Nosotros decimos: “No puedes vivir como piensas. Queremos convencerte de los principios básicos de la vida”. Esta es nuestra mayor lucha. Por supuesto, yo determino el camino, el ritmo, el enfoque, esa es mi libertad. Mi legitimación para ello es todo lo que aprendí en la “Unión de la Humanidad”. Me da la certeza de que la presión que ejerzo es absolutamente necesaria y, sobre todo, muy justificada. En este sentido, puedo confiar en mí mismo hasta el final. Mis observaciones me han llevado muy rápidamente a los resultados; en ello, he obtenido una gran ventaja.
Tal como he ganado fuerza en el ámbito del lenguaje, también he ganado fuerza en el ámbito de la acción y la implicación. Por supuesto, he tenido que aprender -si comparo la época actual con la época de mi debilidad- a utilizar correctamente esta fuerza. Se puede suponer que una personalidad que, en la infancia, siente una gran debilidad hacia todos los valores sociales y se desarrolla en una posición de fuerza, es capaz de desempeñar un papel de liderazgo. No es tan importante si ése es mi caso. A menudo pienso en lo que soy como ser humano y en lo que significa la cuestión del “liderazgo”. Es cierto que insisto en ser humano. Esto puede basarse en la realidad de la gente o en la realidad de una persona; en definitiva, elegir ser humano.
Cuando por primera vez conocí a alguien que hoy podría estar en una posición completamente diferente, me dijo: “Te recuerdo como a un amigo de mi infancia”. Me sorprendió su afirmación. De hecho, con eso captó la realidad. Él, que estaba alienado de sí mismo por la realidad política, sólo veía en mí a su amigo de la infancia. Con eso, dijo algo esencial sobre mí. Este hombre podía verme como un hombre modesto y sencillo. Este es un indicio importante de una característica fundamental del liderazgo. Al mismo tiempo, vio en mí a un amigo de su infancia. Esto también significa que, en una posición de liderazgo, uno no debe negar o rechazar su más lejana y temprana infancia. Aún más generalizado: uno mismo debe estar en posesión de la humanidad. Toda persona, independientemente de su nacionalidad, sexo, nivel social y político, debe poder ver en ti una parte de sí misma. Creo que toda persona que hace una valoración similar espera de nosotros un poco de humanidad. Me complace mucho poder estar un poco a la altura de este deseo.
Me impresiona mucho que todavía haya gente que quiera entender al otro y que quiera encontrar algo en el otro: me da esperanza.
No me interesa la situación material de nuestra época. Tampoco entra dentro de mi campo de interés cuán fuerte es una nación, qué nombre es el más fuerte, cómo se desarrolla la economía a escala mundial. Mis intereses son muy valiosos para quienes han perdido los valores humanos y buscan de nuevo soluciones a los problemas de la humanidad. Me siento orgulloso de quienes se liberan de condiciones sociales y materiales muy desarrolladas y vienen aquí. En este paso veo verdadera humanidad. Las personas que abandonan su situación segura en el sistema, que no valoran una vida en la que podrían haber satisfecho sus deseos materiales, también son importantes para mí, en principio independientemente de la clase a la que pertenezcan. Por desgracia, no son tantos. Hay más gente que apoya el materialismo vulgar de lo que uno podría pensar. Este materialismo vulgar encuentra su expresión en la debilidad de la propia nación, de la propia clase, ya sea como oprimida o como opresora, ya sea como explotadora o como explotada, pero también en la debilidad de la propia familia, en la debilidad en relación con uno mismo. Esto es lo que generalmente se vive; pero lo que llaman humano o humanidad es exactamente lo contrario.
Todas las amigas y compañeras que quieran comprender mi dialéctica de la vida deben entender lo siguiente: a qué tipo de muerte me opongo y qué tipo de vida rechazo. Cuando pregunto: “¿Qué hacer? ¿Cómo vivir?”, entonces tengo a todo el mundo contra mí. La propia población y todas las compañeras están en nuestra contra. El problema difícil -el que tengo que resolver como dirigente- reside exactamente en este punto. Si la humanidad, o algunos de sus representantes, hubieran comprendido esta vida intolerable de este pueblo y hubieran tomado medidas, yo no necesitaría hacer nada. Y si este pueblo reconociera sus propios problemas, su propio sufrimiento y no se dejara humillar tanto, yo no habría intervenido tan masivamente.
No cabe duda de que no hago esto por mí. Intento transmitir estos sentimientos, por los que luchamos aquí, a la población y a otras personas interesadas. ¿Habrá también personas de otras partes del mundo que se consideren amigas o que quieran convertirse en nuestras compañeras? Nuestro deseo y nuestras acciones son en sí mismos una solución. No haremos llamamientos comunes a la amistad. De todos modos, con eso no se ganan buenas amistades ni compañeras. Pero si hay personas que llevan este deseo en el corazón, que sepan que ponemos a su servicio nuestro poder y nuestra fuerza ilimitados. Puede ser una persona o un pueblo. Este no es el lugar para pedir apoyo y solidaridad con “peticiones”. Tampoco es el lugar para la grandiosidad: si quieres ser grande, libra una gran batalla. Personas así han existido en la historia, y creo que seguirán existiendo en el futuro.
Para mí, bastaría con encontrar a una o dos amigas de cada nación, de cada pueblo, que se acercaran a nosotros de esta manera, pero con la condición de que quieran realmente librar una gran lucha.
Si tienen este objetivo, deberían analizarse un poco y, si es posible, desarrollar sus propias acciones. El nombre de mi partido, el nombre de mi pueblo es redundante aquí. Los que quieren dar algo a la humanidad no pueden pensar en términos de “yo”. No pueden aprobar estos rasgos, estos caracteres. En este punto, me esfuerzo mucho. Estas personas son muy apreciadas por nosotros en este sentido. Si nos comprenden correctamente en este sentido y si se erigen en amigas y compañeras dentro de sus propios pueblos, si se hacen comprensibles para él, si este pueblo aprende de ellas a comprender a otros pueblos, entonces creo firmemente que yo también puedo ser para otros pueblos lo que soy para el mío. En este punto, tengo una gran fe en mí mismo. Si desarrollamos nuestros esfuerzos futuros tras esta evaluación, podremos, aunque sea con retraso, desarrollar un buen ejemplo de amistad. Venir aquí es un signo importante de amistad, demuestra un eslabón en la cadena de la amistad.
FUENTE: Abdullah Öcalan / Revista Lêgerîn