¿Qué hay detrás de la disolución del PKK?

El Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) anunció que abandona las armas tras años de resistencia contra Turquía. Fue durante su 12º Congreso, en el que se declaró que “la lucha del PKK ha desmantelado las políticas de negación y aniquilación impuestas a nuestro pueblo, llevando la cuestión kurda a un punto donde puede resolverse mediante la política democrática. Asimismo, el Congreso ha concluido que el PKK ha cumplido su misión histórica”.

Esta decisión histórica acaba con cuatro décadas de resistencia armada del pueblo kurdo en Turquía que, como se menciona en el comunicado, respondía a las políticas de “negación y aniquilación” contra esta comunidad.

Los kurdos suponen el mayor pueblo sin Estado del planeta. Ahora bien, digamos que lo que, a día de hoy, se conoce como Estado viene delimitado por la concepción del “Estado-nación” —establecida en el Congreso de Viena (1815)—, un concepto importante no solo para entender la (no) existencia del Estado kurdo, sino también los proyectos políticos que se han llevado a cabo en estos territorios.

La (falsa) promesa de Kurdistán

En 1639, Kurdistán quedó dividido entre los imperios persa y otomano, trazándose una frontera artificial que recorría los montes Zagros. Con la derrota de las potencias aliadas y la consiguiente caída del Imperio otomano tras la Primera Guerra Mundial, Medio Oriente fue repartido en nuevos Estados, muchos de ellos arbitrariamente delimitados. De esta forma, pueblos con una historia, lengua y cultura comunes fueron fragmentados, pasando a formar parte de las nuevas entidades políticas recién constituidas, entre ellos los kurdos. El Tratado de Sèvres de 1920 incluía la creación de un posible Estado kurdo, pero con la firma del Tratado de Lausana en 1923, el acuerdo anterior fue invalidado, procediendo a un reparto del territorio kurdo entre Irak, Irán, Siria y Turquía. Esto, sumado a la creación de la Turquía moderna bajo Mustafa Kemal Atatürk, acabó con la identidad kurda en favor de la uniformidad del Estado turco.

Manuel Martorell, en su libro Kurdos, afirma que la maldición histórica de los kurdos ha sido “asentarse en la noche de los tiempos en una zona del mundo que no ha dejado de adquirir importancia geoestratégica. Por eso, pese a contar con 40 millones de almas, en Siria y Turquía se niega su existencia, y en Irak e Irán queda limitada a sólo una parte de las tierras que habitan”.

De esta manera, Kurdistán ha intentado borrarse del mapa: Irán niega su existencia; Irak le concede una pequeña parte del territorio, pero bajo una autonomía aprobada tras el referéndum de 2017; Siria lo limita a la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES), que desde su creación en 2012 ha estado bajo constante amenaza; y Turquía, por su parte, niega la existencia de dicho pueblo desde los inicios de la República.

En el estudio de Alper Kaliber & Nathalie Tocci “La sociedad civil y la transformación de la cuestión kurda en Turquía”, se explica cómo la población kurda era la mayor minoría dentro de las frontera del país, por lo que las autoridades la veían como una amenaza a la unidad de Turquía, de este modo el gobierno llevó a cabo una serie de reformas que tenían como objetivo la asimilación del pueblo kurdo dentro la nación turca: los nombres kurdos fueron prohibidos, se llevaron a cabo fuertes represiones en la leyes de asentamiento para así reducir la presencia kurda en el sudeste de Turquía, llegando estas medidas a provocar que el uso de la palabra “kurdo” desapareciera de todos los medios de comunicación y los documentos oficiales, incluyendo los libros escolares. Años más tarde, incluso la lengua kurda sería prohibida. Esta opresión que experimentó la cultura y la sociedad kurda sentarían las bases de lo que más tarde sería el conflicto kurdo-turco.

Como bien cita el comunicado del PKK, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán surge como respuesta a las políticas de negación y aniquilación impuestas al pueblo kurdo en Turquía. Fundado en 1978, el PKK encuentra su origen en las movilizaciones estudiantiles de los años sesenta y cuyo objetivo inicial era llevar a cabo una revolución comunista en Turquía. La ideología de la organización se suele definir como marxista-leninista, lo que es del todo incorrecto pero sí incompleto. Para la doctrina política que defiende la organización es el Confederalismo Democrático de Abdullah Öcalan, fundador de la organización, padre de esta doctrina y encarcelado—y prácticamente incomunicado— en la prisión de İmralı, al noroeste de Turquía, desde hace 25 año y también conocido como Líder Apo.

La visión de Öcalan y, por tanto, del PKK  

El fundador del PKK escribe: “Por más de treinta años, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) ha estado luchando por los derechos legítimos del pueblo kurdo. Nuestra lucha, nuestra pelea por la liberación, tornó la cuestión kurda en un asunto internacional que afectó a la totalidad de Medio Oriente y trajo consigo una solución a la cuestión kurda dentro de su alcance. Cuando el PKK fue formado en los setenta, el clima ideológico y político internacional se caracterizaba por el mundo bipolar de la Guerra Fría y el conflicto entre los campos socialista y capitalista. En aquel momento la organización se vio inspirada por el ascenso de los movimientos de descolonización en todo el mundo. En este contexto intentamos encontrar nuestro propio camino acorde a la situación particular en nuestra patria. El PKK nunca consideró la cuestión kurda como un simple problema de origen étnico o de nacionalidad. Por el contrario, según nuestra creencia, era el proyecto de liberar a la sociedad y democratizarla. Estas metas determinaron de manera creciente nuestras acciones desde la década de los noventa. También reconocimos una conexión causal entre la cuestión kurda y la dominación global del sistema capitalista moderno. Sin cuestionar y desafiar esta conexión, una solución no sería posible”.

De esta base surge el Confederalismo Democrático, un proyecto que, como ya se ha indicado, reniega del Estado-nación, ya que lo considera “la unidad más desarrollada de monopolios como el comercio, la industria, las finanzas y el poder”. Este proyecto de democracia radical se basa en la autoadministración política, donde todos los grupos de la sociedad y todas las identidades culturales pueden expresarse en reuniones locales, convenciones generales y consejos. Es multicultural, antimonopólico y orientado hacia el consenso, con la ecología y el feminismo como pilares centrales.

Para Öcalan, “los kurdos no sólo han luchado contra la represión de los poderes dominantes y por el reconocimiento de su existencia. También lo han hecho por la liberación de su sociedad del dominio del feudalismo […] La solución a la cuestión kurda necesita, por lo tanto, hallarse en un acercamiento que debilite a la modernidad capitalista o la haga retroceder”, y esta solución es el Confederalismo Democrático.

Decir que este proyecto es solo una idea sería negar la realidad. Porque, aunque en Turquía no haya sido posible, sí que se ha implantado, como se ha podido, en la AANES, más conocida como Rojava. Aziz Aslan, en su capítulo dentro del libro Estrategias descoloniales en comunidades sin Estado, afirma que “la autonomía de Rojava [y el Confederalismo Democrático] nos invita a quienes soñamos con otro mundo y otras relaciones sociales a una visión democrática, ecológica, anticapitalista y antipatriarcal”.

El conflicto turco-kurdo

Los antecedentes históricos, las promesas incumplidas hacia el pueblo kurdo, su represión e incluso el idealismo del proyecto kurdo de Öcalan no niegan, por otro lado, el conflicto del que este grupo ha formado parte en suelo turco.

Primero se debe destacar que el PKK centra su presencia en Turquía, principalmente en el sur y sureste del país —aunque es cierto que fue un factor decisivo en la lucha contra el ISIS en el norte de Siria, donde colaboró con las Unidades de Protección Popular (YPG y YPJ) de Rojava—. El primer ataque registrado de la organización fue en 1984 contra las fuerzas de seguridad turcas en Şemdinli, al sur del país.

Desde entonces, el gobierno turco inició una ofensiva feroz contra el PKK y la población kurda: en la década de 1990, alrededor de 3,5 millones de kurdos fueron desplazados de sus hogares debido a las operaciones militares y los ataques. Ha habido grandes ataques contra esta población, como al Hotel Madimak, en Sivas, en 1993, la masacre de Roboski en 2011, o la operación Cizre en 2015.

Sin embargo, se registraron ataques contra minorías kurdas incluso antes del primer ataque del PKK: en 1938, la ciudad kurdo-aleví de Dersim fue bombardeada, matando hasta a 15.000 civiles; en 1978, en Maras, casas de esta misma comunidad fueron atacadas, quemadas, y la gente asesinada en las calles, y más de 100 personas murieron.

Porque aunque el inicio de tal conflicto se sitúe en 1984, con el primer ataque del PKK, este surge de una represión hacia la comunidad kurda que se instauró con la fundación de la República de Turquía de Atatürk, la cual promovía la asimilación forzosa de las minorías étnicas. Pero aunque situemos el inicio del conflicto en tal fecha, este conflicto ha resultado en la muerte de aproximadamente 45.000 personas, en su mayoría kurdos.

Como bien dice Hawzhin Azeez, directora del Centro de Estudios Kurdos, “existen razones históricas y materiales reales que han contribuido a la existencia del PKK y otros movimientos de resistencia kurdos. Su existencia se debe a la violencia y opresión persistentes y continuas que los kurdos sufren a diario”.

El proceso de paz no es nuevo

El comunicado que se leyó durante el Congreso del PKK daba inicio a una nueva etapa en el proceso de paz. Sin embargo, tal propuesta por parte del pueblo kurdo se viene impulsando desde 1991 y ha sido reiteradamente ignorada por el Estado turco. Entre 1999 y 2003 hubo un cese de la violencia por parte del grupo, pero debido a la falta de voluntad de negociación del Estado turco, que se negó a conceder ciertas garantías exigidas por la agrupación, en 2004 el PKK respondió a la llamada de Öcalan al fin del alto el fuego.

Hubo otro alto el fuego en 2006, por orden expresa de Öcalan, quien, después de varias reuniones con el Organismo Nacional de Inteligencia de Turquía (MiT, por sus siglas en turco), pidió el cese de la violencia. Sin embargo, este fue frustrado en respuesta a las operaciones antiterroristas llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad, sobre todo en el sudeste del país. Aunque se fueron consiguiendo ciertos avances en las relaciones entre ambos bandos, como los récords de parlamentarios kurdos en las elecciones de 2011, los ataques nunca cesaron por ninguna de las partes.

A principios de 2013 se produjo otro alto el fuego. En palabras de Öcalan: “La declaración que estoy preparando será una llamada histórica. Con la ayuda del gobierno, queremos solucionar el problema de esta lucha armada rápidamente, sin perder más tiempo ni más vidas”. Mesut Yegen, un historiador turco, declaraba entonces que este alto el fuego fue uno de los pasos más importantes que se han dado en la historia de este conflicto. Sin embargo, este proceso terminó en 2015. Según International Crisis Group (ICG), “los diversos malentendidos y las irreconciliables expectativas de ambos bandos, junto con la falta de un acuerdo claro sobre el mapa hacia la paz, hicieron que este proceso fuera frágil”.

Ahora, la entrega de armas responde, de nuevo, a la llamada que Abdullah Öcalan hizo a finales de febrero, pidiendo “dejar las armas” y asumiendo “la responsabilidad histórica de este llamamiento”. Un mensaje que contó con el apoyo del partido pro-kurdo Partido Popular por la Igualdad y la Democracia (DEM).

¿Y qué pasa ahora?

Así, el 12º Congreso Extraordinario evaluó que la lucha del PKK ha desmantelado las políticas de negación y aniquilación impuestas al pueblo, llevando la cuestión kurda a un punto en el que puede resolverse mediante la política democrática. Por ello, dicho Congreso ha resuelto disolver la estructura organizativa del PKK y poner fin a la lucha armada, así como continuar la lucha por la realización del socialismo mediante el desarrollo de la Sociedad Demócrata.

Ahora bien, el mantenimiento de tal decisión no recae solo en el PKK o en el pueblo kurdo; el Estado turco e incluso la comunidad internacional tienen responsabilidad en ello. Como bien dice la directora del Centro de Estudios Kurdos: “Culpar al PKK, mientras que Turquía, con sus capacidades en la OTAN y uno de los ejércitos mejor equipados del mundo, se dedica a asesinar diariamente a campesinos y civiles kurdos en sus tierras, significa que, aunque el PKK se disuelva hoy, otros múltiples movimientos por la libertad ocuparán su lugar. Tiene que llenar el vacío que se crearía como resultado de las políticas de los Estados opresores. Si quieres la paz, aborda las condiciones y las ideologías que están en la base del modelo de Estado-nación que Turquía perpetúa y utiliza para limpiar étnicamente a los kurdos y a otras minorías”.

Se ha explicado, a lo largo de este texto, no sólo el origen del PKK, que responde, como ya he mencionado, a las políticas de represión y aniquilación del Estado turco contra los kurdos, por no hablar de las promesas incumplidas por parte de la Comunidad Internacional hacia este mismo pueblo; sino también la tendencia de Ankara a no cumplir con las negociaciones ni los altos el fuego. De hecho, tras este anuncio de Öcalan en abril, los bombardeos y ataques de las Fuerzas Armadas Turcas aumentaron un 78% en comparación con el mes anterior, según se publicó en ANF, la agencia de noticias del PKK.

El contexto histórico y la actitud de Turquía dejan claro lo frágil que puede llegar a ser esta decisión. No obstante, no debe dejar de verse como una decisión histórica [y espero que positiva]. Sin embargo, la violencia no la ejercen sólo los grupos insurgentes, sino también los Estados. Como escribe Antonio Salas en El Palestino: “No distingo entre la violencia ‘legítima’ que se inflige bajo la bandera de un gobierno legal, y la violencia ‘ilegítima’ de grupos insurgentes”.

El mismo comunicado del PKK indica que “implementar estas decisiones requiere que el Líder Apo lidere y guíe el proceso, que se reconozca su derecho a la política democrática y que se establezcan garantías legales sólidas y completas […] hacemos un llamado al gobierno, al principal partido de oposición, a todos los partidos políticos representados en el parlamento, a las organizaciones de la sociedad civil, a las comunidades religiosas y de fe, a los medios de comunicación democráticos, a los líderes de opinión, intelectuales, académicos, artistas, sindicatos, organizaciones de mujeres y jóvenes, y movimientos ecológicos para que asuman la responsabilidad y se unan al proceso de paz y a la sociedad democrática”.

Al final, la responsabilidad de este proceso de paz, que se viene intentando desde 1991, no solo está en el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, sino también en el Estado turco. De él depende su éxito. En palabras de Hawzhin Azeez: “La resistencia armada sólo es obsoleta cuando ya no existe la violencia estatal”.

FUENTE: Marta Moreno / Radio Red

viernes, mayo 16th, 2025