El concepto de “democracia deliberativa” de Abdullah Öcalan busca abordar las crisis globales y trazar un nuevo camino socialista para el Movimiento de Liberación de Kurdistán.
Tras su histórico llamamiento del 27 de febrero, Abdullah Öcalan subrayó que la nueva era requiere un nuevo paradigma y afirmó que el Movimiento de Liberación de Kurdistán debe organizarse ahora dentro de este marco.
Tras el manifiesto de la nueva era, conocido como “Paradigma de la paz y la solución democrática”, Öcalan envió un mensaje al Movimiento de Mujeres Libres (Tevgera Jinen Azad–TJA) durante su marcha desde Amed (Diyarbakır) a Ankara, donde definió la línea de la nueva era como “democracia deliberativa”.
Definido como una de las piedras angulares de la nueva era y la siguiente fase de la lucha, el concepto de democracia deliberativa fue, contrariamente a algunas interpretaciones, presentado por Öcalan como un camino para alcanzar el socialismo.
Su declaración suscitó nuevos debates, especialmente en círculos socialistas. Algunos interpretaron el concepto de democracia deliberativa como un giro hacia el liberalismo, mientras que otros argumentaron que representaba una desviación del socialismo y una ruptura con la democracia radical. Sin embargo, muchas de estas críticas no abordaron los orígenes y la evolución del concepto en sí, convirtiendo el debate en un ataque a la comprensión del socialismo por parte del Movimiento de Liberación de Kurdistán.
¿Por qué Abdullah Öcalan utilizó el concepto de democracia deliberativa? ¿Representa esta definición realmente una desviación del socialismo? ¿Cuál es la interpretación del socialismo por parte del Movimiento de Liberación de Kurdistán? ¿Y dónde se sitúa la democracia deliberativa en este marco? ¿Cuándo surgió el concepto de democracia deliberativa?
El concepto de democracia deliberativa fue introducido por primera vez por Joseph M. Bessette; sin embargo, su definición moderna fue desarrollada posteriormente por Jürgen Habermas. La formulación de Habermas surgió como un intento de abordar las deficiencias de la democracia radical, a la vez que cuestionaba la noción predominante de “democracia liberal” en su época.
La democracia deliberativa, también conocida como democracia dialógica, es un concepto utilizado para organizar los procesos de toma de decisiones mediante un modelo confederativo. En los países gobernados por un sistema confederal, define una forma de democracia basada en la representación directa, cuyo objetivo es garantizar que todos los asuntos se debatan públicamente y que la sociedad participe activamente en la búsqueda de soluciones. Este sistema se basa en la transparencia, donde todo se debate abiertamente.
En un sistema así, si una de las partes oculta o intenta ocultar información para su propio beneficio, implica un rechazo al propio sistema. Además, la igualdad y la transparencia entre las partes no son suficientes por sí solas; cada una debe poder expresarse libremente. La igualdad en el voto, el principio de autoridad compartida y la participación colectiva en la toma de decisiones también son componentes esenciales. Por lo tanto, las decisiones no deben tomarse por mayoría de votos, sino mediante una auténtica deliberación.
Los principios de la democracia deliberativa
Según Jürgen Habermas, pensador de segunda generación de la Escuela de Frankfurt y principal artífice del concepto de democracia deliberativa, uno de los fundamentos más esenciales para la realización de la democracia es el consenso. Desde esta perspectiva, cualquier decisión que surja de un proceso de deliberación debe alcanzarse al final de una discusión en la que ninguna de las partes ejerza dominio, y debe tener un carácter racional que posibilite el acuerdo.
Habermas describe tres etapas principales de la discusión democrática:
-Consenso: definido como la determinación de orientaciones culturales comunes.
-Conflicto: la etapa en la que las partes se enfrentan y presentan sus puntos de vista.
-Marco legal: comprensión de los límites legales del conflicto que enfrenta a las partes.
En las democracias deliberativas, como las define Habermas, el “ciudadano” no es, a diferencia de algunos modelos ideológicos, alguien que actúa a ciegas. En cambio, cada individuo tiene derecho a participar libre e independientemente en la deliberación sobre cualquier asunto que le concierne.
Habermas no rechaza ni menosprecia otras experiencias de democracia; más bien, toma lo correcto en ellas y traza un nuevo camino a partir de ahí.
Es importante destacar que redefine el concepto de esfera pública, ampliándolo para incluir todos los sectores de la sociedad. La describe como el ámbito, el medio y los espacios en los que los individuos privados razonan sobre un tema común que les preocupa, entablan una discusión racional y, a través de ella, forman un juicio común: la opinión pública sobre ese tema.
En este marco, Habermas describe los siguientes principios:
-La esfera pública debe adoptar una forma accesible al mayor número posible de personas y que permita a los diferentes segmentos de la sociedad compartir sus experiencias.
-Diversas ideas y posturas deben confrontarse en un debate racional.
-La función principal de la esfera pública debe ser el seguimiento sistemático y crítico de las políticas gubernamentales.
La comprensión de Habermas de la esfera pública difiere de otros modelos de manera crucial: se basa en la existencia de una esfera pública formada por asociaciones voluntarias externas a la economía.
En esta esfera pública, Habermas da cabida a las organizaciones de la sociedad civil, los sindicatos, las organizaciones de mujeres y juveniles. No otorga ese papel a las corporaciones ni a las organizaciones empresariales, que considera fundamentales para el capitalismo y la democracia liberal.
La distinción entre democracia liberal y democracia deliberativa
Tras la introducción del concepto de democracia deliberativa por parte de Abdullah Öcalan, surgieron debates en los que algunos argumentaban que estaba vinculado a la democracia liberal, sugiriendo que su definición se basaba en el pensamiento democrático liberal. Sin embargo, este punto requiere una aclaración.
La democracia deliberativa no es una continuación de la democracia liberal ni su “salvador”. Tras la Revolución industrial, a medida que crecían en todo el mundo las demandas de libertad e igualdad de la clase trabajadora y los pueblos oprimidos, surgió el concepto de democracia liberal como un sistema diseñado para distanciar a estos grupos del ideal socialista. Buscaba imponer un marco de relativa libertad en el que la toma de decisiones permanecía en manos de los Estados nación y las élites capitalistas.
Particularmente, tras el declive del socialismo real a finales del siglo XX, el liberalismo y la democracia liberal se promovieron intensamente como la única alternativa viable. Sin embargo, cuando los Estados nación y los sistemas capitalistas sobre los que se fundaron entraron en una profunda crisis, el mito de la “no hay alternativas” también se derrumbó.
Durante este período, en respuesta tanto a los fracasos del socialismo real como a las jerarquías creadas por la democracia liberal, comenzaron los debates sobre la posibilidad de un nuevo sistema. A medida que la fe en el socialismo disminuía debido a las políticas erróneas de los regímenes socialistas reales, el concepto de democracia “deliberativa” o “dialógica” de Bessette fue redefinido por Habermas, evolucionando hasta su significado contemporáneo.
En este punto, cabe recordar que Abdullah Öcalan, durante su encarcelamiento en Imrali, enfatizó la importancia de leer Economía participativa: la vida después del capitalismo de Michael Albert. En esta obra, escrita tras la caída del socialismo real y en medio de la creencia generalizada de que el capitalismo era insuperable, Albert propuso un modelo de transición hacia el socialismo que enfatizaba el empoderamiento de las personas y su papel activo en la vida social.
El hecho de que Öcalan recomendara este libro a principios de la década de 2000 demuestra que su concepto de democracia deliberativa no surgió repentinamente, sino como resultado de un largo período de estudio y reflexión.
La distinción clave entre la democracia liberal y la deliberativa radica en el énfasis de esta última en la participación de todos los segmentos de la sociedad. La democracia deliberativa es fruto del compromiso colectivo y la toma de decisiones compartida. A pesar de algunas interpretaciones erróneas, debe considerarse un desarrollo que supera las limitaciones de la democracia radical y la impulsa aún más.
En el modelo propuesto por Habermas, la ciudadanía desempeña un papel activo en la gobernanza. La democracia deliberativa puede existir dentro de una federación, un Estado nación, una organización o incluso un sindicato, donde todos los estratos de la sociedad pueden participar en el proceso de toma de decisiones sin restricciones.
Las personas participan en cada etapa, expresión, autoridad y decisión, sin restricciones, convirtiéndose en fundadoras, administradoras y facilitadoras del propio proceso. Esto significa que todos los grupos sociales, independientemente de su religión, etnia o género, participan directamente.
La diferencia más fundamental entre la democracia liberal y la democracia deliberativa es que la primera prioriza el individualismo, mientras que la segunda prioriza la liberación de la sociedad en su conjunto.
Los liberales enfatizan el derecho individual a la libertad y consideran el voto como la principal representación de dicha libertad. En contraste, la democracia deliberativa considera que la solución a los problemas sociales no reside en el número de votos, sino en el consenso genuino y el acuerdo colectivo.
La democracia deliberativa como alternativa al sistema de castas
La distinción en la forma de entender la organización revela que la democracia deliberativa sirve fundamentalmente a los intereses de la sociedad. A diferencia de la democracia liberal, la democracia deliberativa se basa en una forma de organización horizontal. En este sistema, no existe una “clase privilegiada de los elegidos” impuesta por el modelo democrático liberal; en cambio, esta se sustituye por una estructura en la que las personas participan directamente en la toma de decisiones.
En la democracia liberal, la llamada clase “elegida” se transforma gradualmente en un grupo social separado que se otorga privilegios y comienza a menospreciar a quienes dice representar. Este enfoque expone una estructura ideológica diseñada no para servir a la sociedad, sino para prolongar la vida del capitalismo en crisis y preservar las jerarquías de clase existentes.
Al priorizar el individualismo sobre el individuo, la democracia liberal fomenta el surgimiento de individuos egoístas, desvinculados de la sociedad, dispuestos a hacer cualquier cosa para asegurar su propio beneficio. Incluso en elecciones que afectan a toda la sociedad, la democracia liberal no opera en beneficio del pueblo, sino en función de los intereses individuales. Su expresión más clara es la creencia de que quien obtiene la mayor cantidad de votos obtiene plena autoridad, junto con el derecho a castigar a quienes no votaron por él. Una vez en el poder, la rendición de cuentas y la responsabilidad desaparecen, dando lugar a un sistema de castas moderno.
Este sistema divide a la sociedad entre “los elegidos”, sus partidarios y los excluidos del poder. Los elegidos reclaman autoridad absoluta bajo el pretexto de la democracia liberal, justificando sus decisiones en nombre de la legitimidad electoral. Los partidos políticos, que operan dentro de este marco electoral, han reducido la democracia a una simple competencia por los votos. Cultivan “cuadros expertos” para ganar elecciones, concentrando así el poder en manos de unos pocos e impidiendo una auténtica participación popular.
Otro problema importante de la democracia liberal es su intento de preservar y fortalecer los Estados nación mediante la imposición de un modelo uniforme de ciudadano. En este modelo, se glorifica el individualismo mientras se demoniza el colectivismo. Conceptos como la libertad de asociación y la libertad de expresión encuentran poco espacio, ya que a la sociedad solo se le ofrece un conjunto limitado de opciones preaprobadas. El siguiente paso tras esta uniformidad impuesta es el propio fascismo. En esencia, la democracia liberal allana el camino ideológico hacia el fascismo.
Es precisamente en este contexto de crisis cada vez más profunda que surge la democracia deliberativa. En una época en la que los verdaderos experimentos socialistas habían sido derrotados y la democracia liberal, junto con el capitalismo de Estado nación, se proclamaban invencibles, la democracia deliberativa surgió como respuesta directa al liberalismo y su orientación antipopular.
La definición articulada por Abdullah Öcalan se erige hoy como una alternativa a la crisis de los Estados nación y el capitalismo, y representa una etapa intermedia en la transición hacia el socialismo.
La democracia deliberativa es, por lo tanto, un modelo organizativo horizontal. A diferencia de la democracia liberal y el capitalismo de Estado nación, que crean una “clase privilegiada de los elegidos”, este no otorga autoridad para tomar decisiones ni legislar a ningún segmento específico de la sociedad. En cambio, concibe una estructura donde todos los sectores de la sociedad participan sin restricciones y donde las decisiones no se basan en la regla de la mayoría, sino en el consenso colectivo.
La razón de este enfoque es que los procesos que incluyen a todos los segmentos sociales son inherentemente más transparentes y fortalecen el desarrollo democrático. En un sistema horizontal, todos los sectores de la sociedad participan en todos los niveles, tienen voz en todo momento y trabajan colectivamente para resolver los desacuerdos.
Cuando se pone en práctica, este modelo elimina los sistemas de castas inherentes tanto al socialismo real como a la democracia liberal. Parafraseando un conocido eslogan socialista, “el poder, la voluntad y la decisión pertenecen a toda la sociedad”.
FUENTE: ANF / Edición: Kurdistán América Latina